La Fundación Ecodes y el Gobierno de Aragón han lanzado el informe Consumo colaborativo y economía compartida, que pretende contribuir al cambio de los hábitos de compra. Este documento, disponible en la web de la organización, nace con la vocación de ser "una herramienta útil, pues contiene una relación de sitios y experiencias para tomar ideas", señala Cristina Monge, directora de Conversaciones de Ecodes.

El consumo colaborativo es un amplio y variado movimiento que defiende el acceso a los bienes y servicios frente a la propiedad de los mismos. La economía colaborativa revaloriza activos que se utilizan poco y que están almacenados la mayor parte del tiempo devolviéndoles la vida. Por ejemplo, poniendo en uso los coches que están muchas horas sin utilizar, o las viviendas vacías, e incluso el tiempo personal.

"La economía compartida es tan vieja como la Humanidad. La novedad es que antes se daba en el círculo de confianza, pero internet ha permitido dar un salto de escala hacia la gente que no conoces de nada", explica Víctor Viñuales, director ejecutivo de Ecodes. Así, esta fórmula reinventa formas tradicionales de compartir, colaborar o intercambiar que ya existían, redefiniéndolas y ampliándolas gracias a las comunidades generadas a raíz de las tecnologías y las redes sociales.

Por su parte, el director general de Consumo del Gobierno de Aragón, Sergio Larraga, destaca que la DGA apoya esta iniciativa porque, "en un contexto de crisis, el consumidor se convierte en una figura vulnerable". Sin embargo, las fórmulas de consumo "pueden ayudar a los consumidores a salir de la crisis"

Aunque muchos de los proyectos de este movimiento son de carácter global, en Aragón los hay de base local. En el informe presentado hay ejemplos de consumo colaborativo basado en productos en los que se paga un precio por el uso sin necesidad de comprarlo. De esta manera, se reduce la huella ecológica asociada a su fabricación.

Así, hay trabajos de empresas que se dedican al intercambio de casas para vacaciones, al alquiler de coches por horas o a la solicitud de taxis y al transporte de mercancías compartidos. También hay experiencias de consumo colaborativo en mercados de redistribución de bienes usados, como las tiendas A Todo Trapo de Cáritas o el Rastro Reto. E incluso iniciativas entre personas que tienen intereses comunes y comparten o intercambian bienes.

La crisis ha provocado que esta nueva forma de consumir colaborativa se convierta para muchas personas en una necesidad urgente. Para otras es, simplemente, la manera de vivir en un planeta de recursos limitados.