En el año 1981 el Ayuntamiento de Zaragoza decidió volver a celebrar la fiesta de la Cincomarzada. Una fiesta que celebra un hecho de armas correspondiente a la primera guerra civil carlista (1833-1840), en el que fuerzas carlistas (integradas en su mayor parte por aragoneses, comandadas por el también aragonés brigadier Cabañero), intentaron por sorpresa, en la mañana del 5 de marzo de 1838, el asalto a la ciudad de Zaragoza.

De resultas de aquella acción pudieron morir (no todas las fuentes históricas proporcionan las mismas cifras) hasta 300 personas; la inmensa mayoría de ellas, aragoneses pertenecientes a las tropas carlistas. Y no pocos de quienes perecieron en aquel día, sucumbieron linchados a manos de una población airada, incluido el general defensor de la plaza, Juan Bautista Esteller, asesinado dos días después de la batalla, tras haber sido sacado a la fuerza de la prisión de la Inquisición --donde las autoridades zaragozanas habían dispuesto su reclusión--, por un grupo de exaltados que le acusaban de haber encubierto y propiciado el ataque carlista a la ciudad.

El hecho de que a día de hoy siga celebrándose una fiesta basada en una victoria bélica (por consiguiente una fiesta de vencedores sobre vencidos) es contrario al deseo de las sociedades modernas, fundamentadas en los valores supremos de la justicia, la libertad, la tolerancia, el respeto, y la dignidad de las personas. Valores que necesariamente van encaminados al desarrollo de modelos de convivencia que hagan cada vez más próximo el logro de la paz, la meta suprema que se ha de alcanzar, para garantizar el futuro de la humanidad; comenzando, desde luego, por la convivencia pacífica , solidaria y armónica de toda la ciudadanía.

Y ya no solo en el ámbito de la moralidad, sino en el de la propia ley, esta fiesta es una estridencia respecto al "espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas, que guió la Transición, y nos permitió dotarnos de una Constitución, la de 1978, que tradujo jurídicamente esa voluntad de reencuentro de los españoles, articulando un Estado social y democrático de derecho con clara vocación integradora". Párrafo anterior que se corresponde con los antecedentes de la Ley de la Memoria Histórica que se promulgó en 2007.

La conciencia de la Historia es primordial para evitar que se repitan los errores del pasado ¿Y qué lección moral se está transmitiendo a las niñas y niños y jóvenes aragonesas y aragoneses si celebramos un día de fiesta en conmemoración de una batalla, que costó la vida a tres centenares de personas en el transcurso de una cruenta guerra civil? La moral social debe condenar, siempre y sin distinción, los crímenes cometidos ahora y en el pasado, pues desempeña un papel fundamental y trascendental en la educación de las jóvenes generaciones.

Y para hacer realidad la auténtica integración que propicie la convivencia y la cohesión social, es preciso que las nuevas generaciones sean educadas, (por la sociedad, la escuela y por ellos mismos) en la libertad y el amor.