La filoxera es un insecto picador, parásito de la vid, que acaba con la planta cuando invade las plantaciones, pero que controlado concede a las uvas y al vino tonos y sabores únicos. La genial y alocada aportación de un organismo nacido para ser una plaga y por ende para matar. Fue en un restaurante llamado La Filoxera donde IU y CHA, de la mano de los colectivos sociales, hicieron posible lo impensable, que después de 26 años de andadura política, por primera vez, concurran juntos a las elecciones. En esta ocasión, la plaga viró en pacto.

Aquella noche de principios de septiembre se sentaron en la mesa de La Filoxera nueve personas. Por parte de IU, José Manuel Alonso, Álvaro Sanz y Patricia Luquin. Por la de CHA, Juan Martín, Pepe Soro y Juan Campos. De los movimiento de izquierdas, Juan Manuel Aragüés, Enrique Tordesillas y Pedro Arrojo. Cinco ensaladas para compartir y luego cada uno pidió lo que más le apeteció. Hablaron los colectivos sociales, que les plantearon a los partidos la necesidad de unir fuerzas, de colaborar para que Aragón contase con un diputado de izquierdas en el Congreso. Era necesario arrinconar las viejas rencillas y dar un paso más.

Todos salieron contentos de la cena. El acuerdo era posible. Enrique Tordesillas y Pedro Arrojo se quedaron hablando un buen rato a solas. "Vimos que el acuerdo estaba ya encaminado, que era posible porque la predisposición de todas las partes era muy positiva", recuerda Tordesillas. Él mismo fue uno de los principales artífices de que esta cena se convirtiera en realidad. Aunque el que reservó la mesa fue el concejal de CHA, Juan Martín.

Trabajo previo

El encuentro, como la filoxera, no se produjo por generación espontánea. Durante las semanas previas a aquella primera reunión, los colectivos de izquierdas engrasaron la maquinaria. Hablaron con representantes de IU y CHA para tantear la predisposición que existía. Solo así se entiende esta primera reunión a la que sucedieron otras muchas. La siguiente fue en el centro cívico de las esquinas del psiquiátrico. Lugar que se repitió en varias ocasiones. También se encontraron en la Estación del Norte.

En los primeros compases las reuniones fueron siempre con los colectivos de izquierda, y por lo tanto a tres bandas. Los participantes variaban de unas a otras en función de la disponibilidad de cada uno y también de los temas que se abordaban, aunque Alonso, Sanz, Martín y Campas estuvieron en todas. Incluso en el desayuno celebrado en casa Tordesillas. Allí hubo café para todos. Una reunión restringida en la que se acometieron por primera vez cuestiones programáticas. De las voluntades genéricas se pasaba, poco a poco, a lo concreto. Y con la concreción llegó el distanciamiento de los colectivos sociales con los partidos.

Las formaciones no veían con buenos ojos, de hecho ni siquiera se lo plantearon, que la candidatura estuviera encabezada por alguien independiente, que era por lo que apostaban Tordesillas y Arrojo. Ambos se dieron cuenta de que el aparato de los partidos no permitiría tal maniobra y que no les quedaba otra alternativa que dar un paso atrás. Así que IU y CHA comenzaron a verse a solas. Las tres bandas se quedaron en dos. Ahora tocaba hablar del reparto de los tiempos, del nombre, de la financiación de la campaña; de todo lo pragmático.

Pero las reuniones continuaron con la misma intensidad. Siempre a partir de las nueve de la noche, en bares o incluso hoteles. En una ocasión la conversación transcurrió bajo una farola porque la cafetería en la que se habían citado estaba cerrada. No había tiempo que perder porque las elecciones estaban a la vuelta de la esquina y los plazos no daban margen. Lo que había sido imposible en 26 años se encaminó en un mes. En estas circunstancias, la luz de una farola puede resultar el mejor escenario.

Recta final

Al tiempo que avanzaban las conversaciones para poder lograr el ansiado pacto, CHA e IU hablaban con los suyos y convocaban a sus respectivos órganos. El proceso debía desarrollarse por varías vías paralelas e intercomunicadas. El día 24 de septiembre las bases de los dos partidos dan el visto bueno. La coalición era ya una realidad, pero hacía falta seguir avanzando. Durante toda esa semana se suceden las reuniones, los encuentros. Fueron hasta cinco, que tienen como colofón una nueva cena, de nuevo en La Filoxera. Juan Martín volvió a reservar. El acuerdo nació y se convirtió en realidad en el mismo sitio. El concejal de CHA lo había querido así. El simbolismo es importante. Bien lo sabe el edil. La filoxera, enfermedad que otrora acabó con viñedos de toda la península, en esta ocasión fue el germen en el que cuajó la masa crítica de la izquierda aragonesa. Y de todo eso llega ahora el caldo, el vino emanado de la esencia misma del pensamiento de izquierdas.