El sábado 9 de agosto del 2014 falleció en Barcelona un hombre de 50 años. Se precipitó por un terraplén de la montaña de Montjuïc. Según fuentes del ayuntamiento, era un mantero que estaba en la plaza del Hotel Miramar y que huía de agentes de la Guardia Urbana. Fue alcanzado por tres policías, que lo rodearon contra la valla de un acantilado de la montaña. Uno de estos agentes moriría un año después en un accidente de moto. Los otros dos eran Rosa P. y Alberto L., los dos implicados en el crimen de los urbanos, actualmente en prisión por matar al novio de la mujer, Pedro R.

Cuando los Mossos se percataron de que Rosa y Alberto eran los mismos agentes que habían protagonizado el episodio en el que perdió la vida un vendedor ambulante, decidieron informar al juzgado que archivó esta muerte, para investigar de nuevo el final de la vida de un mantero desconocido, del que no volvió a hablarse en Barcelona. ¿Quién era?

José Antonio González nació el 2 de noviembre de 1964 en el núcleo de Barriadas del Sur, en Teruel. Sus padres Cayetano y Agustina, inmigrantes de Andalucía, vivían en la calle de Lucio Espinosa, en una de las casas adosadas que la empresa que explotaba el Pozo del Pilar construyó para sus trabajadores. Estudió en el actual Martín del Río, un viejo colegio rural que entonces se llamaba como el ministro franquista José Ibáñez. En este centro ya no guardan su expediente escolar, fue derivado hace tiempo al servicio provincial de Teruel. Barriadas del Sur ahora forma parte del municipio de Utrillas. En este vecindario recuerdan a José Antonio como un buen chico, que hacía las cosas que hacían los de su edad a comienzos de la década de 1970: jugar en la calle.

Relación con las drogas / Cuando era un adolescente, su familia se trasladó a Utrillas. Compraron un piso en los bloques de Los Colorines. Fue más o menos entonces cuando comenzó a andar con «las malas compañías» y cuando comenzó también una relación furiosa con las drogas. Su familia le envió a estudiar a Teruel y le buscó varios trabajos. Cuando a su madre le fallaron las fuerzas, su hermana pequeña tomó el relevo. Siempre intentaron desengancharlo. Nunca lo lograron.

En los bares de Utrillas, un municipio de las Cuencas Mineras que cuenta con poco más de 3.000 habitantes, la mayoría arruga la nariz cuando se le pregunta por «José Antonio». La cosa cambia cuando se usa el apodo que arrastró desde siempre: el Boniato. Lo que cuentan del Boniato es que salía poco o nada del piso que heredó en los Colorines cuando sus padres fallecieron. Y que cuando lo hacía, solía meterse en problemas. Caminaba por la calle con la cabeza gacha. Fue «guapo» de joven. Pero la droga lo consumió poco a poco.

El Ford Fiesta / Frente a su casa, sigue aparcado su Ford Fiesta blanco. Junto a las ruedas han crecido malas hierbas tan altas que llegan hasta la ventana del copiloto. La guantera está llena de paquetes vacíos de Winston, el asiento del acompañante está tumbado como si alguien hubiera dormido allí la última vez que se usó. En la parte trasera, las pinzas de la batería tiradas bajo el asiento y, al lado de estas, una litrona de cerveza vacía.

La Guardia Civil llamó a la puerta de su casa el 9 de agosto del 2014. Ya era de noche. La casa estaba vacía. Los vecinos avisaron a su hermana. A ella los policías le contaron que su hermano se hallaba en Barcelona, herido gravemente, ingresado en el hospital. Ella se fue aquella misma noche hacia la capital. De camino sonó el teléfono con malas noticias: acababa de fallecer. Ella tardó varios días en resolver todos los problemas que generó el papeleo. Pero logró regresar con el cuerpo de su hermano. Lo enterró en el cementerio de Utrillas. Reposa junto a su madre.

La hermana no ha querido hablar con este diario. Según su entorno, a ella le contaron que José Antonio estaba en Barcelona vendiendo DVD piratas y que se precipitó huyendo de la policía. Cuando se supo en Utrillas que había fallecido, lo que se dijo fue que el Boniato «se cayó o se tiró» por un terraplén. Si nadie lo relacionó con la noticia de la muerte del mantero de Montjuïc en parte fue porque el Boniato, que cobraba una pensión de invalidez, no encajaba en el papel de un vendedor. Esa fue una actividad que tuvo que empezar durante su estancia en Catalunya.

Según ha podido saber este diario, la autopsia practicada concluyó que la suya fue una muerte causada por una «lesión neurológica» provocada por un «politraumatismo por precipitación». El informe sostiene que esta es compatible «con el origen accidental». Lo cual significa tan solo que no se hallaron indicios que apuntaran que no se cayera accidentalmente. Los Mossos quieren investigar ahora si Rosa y Alberto mintieron y, en realidad, empujaron a José Antonio al vacío.