El infarto que sufrió un conductor de autobús en la estación zaragozana de Delicias anteayer volvió a poner de relieve una reivindicación que tuvo su apogeo tras la muerte del futbolista sevillano Antonio Puerta, en el 2007, pero que se había aletargado desde entonces: la (poca) presencia de desfibriladores de emergencia en los edificios públicos, como es el caso de la estación. El más cercano está en el centro comercial Augusta.

Pese a la rápida reacción de los empleados de la intermodal, que corrieron a avisar a los voluntarios de DYA, la realidad es que estos no tenían por qué estar allí --se activan los fines de semana--, y su intervención salvó la vida del conductor, T. I., de 59 años. Si no, según el presidente de DYA, el hombre estaría, "sin ninguna duda", muerto.

La suerte quiso que tanto él como el voluntario Óscar Marco pudieran ayudarle, y ayer el conductor continuaba recuperándose de la obstrucción arterial en la UCI del Miguel Servet. Si solo se hubiese aplicado el protocolo, llamar al 112, la llegada de la ambulancia "15 minutos después" hubiese resultado fatal.

LEGISLACIÓN Ni la estación de autobuses ni la de ferrocarril de Delicias cuentan con este equipamiento de emergencia. Principalmente porque, como recordó el director de la primera, Íñigo Laín, la legislación no les obliga a ello. El reglamento de la DGA al respecto --del 2006-- refleja, en su artículo 2, que "se recomienda ubicar al menos un desfibrilador en todos los establecimientos que reciban o en donde transiten o permanezcan grandes concentraciones de personas". Como primer ejemplo sitúa "los terminales de transporte internacional y nacional con un tránsito de más de 1.000 personas".

Según recordó Laín, "la ley exige tener personal cualificado", y aunque lo consideraron, finalmente decidieron que no podían atribuir a su personal "la gran responsabilidad" de manejar el aparato, solo con un curso de primeros auxilios. "No era lo nuestro", explicó Laín, que aseguró que la decisión no tuvo nada que ver con el coste económico. Este es realmente pequeño, de entre mil y 1.800 euros por el aparato y unos 120 euros por el curso de formación. En la estación siguen "el protocolo" de llamar al 112, que en este caso hubiera sido inútil.