Decir que el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, conocido como Hospital Provincial, fue uno de los mejores centros hospitalarios de Zaragoza, de España y del mundo parece exagerado. Pero no lo es si se tiene en cuenta que cuando fue inaugurado en el siglo XV (entonces situado junto a la actual plaza de España, no en la calle Ramón y Cajal donde se ubica ahora), todavía no se había descubierto América y el mundo conocido era poco más que Europa. Y esa buena fama le duró a las instalaciones mucho tiempo, siglos incluso. Con esta explicación, uno de los dos capellanes de Nuestra Señora de Gracia, Carlos Pintado, daba ayer la bienvenida a las cerca de 400 personas que participaron en la Ruta de Los Sitios, el tradicional paseo por la historia de Zaragoza que desde hace 17 años organiza la Asociación Cultural Los Sitios.

El itinerario elegido en esta ocasión por los organizadores fue el hospital y su entorno, por el importante papel que desempeñaron durante los dos sitios a los que fue sometida la capital por las tropas francesas en los años 1808 y 1809. Carlos Menús, presidente honorífico de la Asociación Cultural Los Sitios, daba una larga lista de datos concretos con los que avalar el papel protagonista del hospital y de la congregación de las Anas, las monjas que se encargaban de atender a los enfermos y aún hoy prestan servicio en el centro hospitalario. El bombardeo y destrucción del hospital situado junto a la plaza de España, la evacuación de los enfermos, el traslado después al que se denominó hospital de los Convalecientes (el que hoy se conoce como Nuestra Señora de Gracia, en la calle Ramón y Cajal), la fundación de la Hermandad de las Anas, la atención que se dispensó a zaragozanos y franceses.

"Las tropas francesas arrasaron el primer hospital, que era el mejor del país e incluso del mundo. Se emplearon bombas de fuego que provocaron incendios y destrozaron el 80% de las instalaciones, obligando a trasladar a los más de 2.100 enfermos que en ese momento se encontraban en el interior. Imagínense las escenas: las bombas, la gente arrojándose por las ventanas y, en medio de todo aquello, las monjas y los voluntarios improvisados trasladando a los convalecientes", explicaba Menús.

Esta situación empeoró durante el segundo sitio a la ciudad, puesto que el trabajo se multiplicó y los enfermos llegaron a alcanzar la cifra de 6.000. Después llegó la peste, que se los llevaba a centenares. "Lo curioso es que ya por esa época los franceses tuvieron conocimiento de que en la ciudad, había un hospitalito donde se curaba a los enfermos sin recursos y ellos mismos acabaron llevando a sus tropas", apuntaba Menús. Todas estas explicaciones se daban en la iglesia de Santa Ana, una desconocida edificación anexa a la sede del Gobierno de Aragón, en la calle Madre Rafols, que tomó el nombre de la fundadora de la hermandad.

Junto a esta mujer, la asociación ensalzó la figura del padre Juan Bonal, también activo protagonista durante los sitios de Zaragoza y al que se quiere reconocer ahora su papel poniendo su nombre a la glorieta que se ha construido en la misma calle Madre Rafols.

La ruta histórica, que de nuevo volvió a batir récord de asistentes, continuó después por la plaza José María Forqué, donde un grupo de voluntarios ataviados con la ropa típica del siglo XIX fue explicando de manera improvisada las prendas y su función. La asociación volvió a reiterar la necesidad de trasladar la estatua ecuestre del general Palafox de esa plaza para llevarla a otro lugar más "digno". Aunque también se reconoció allí las letras recientemente colocadas. La Administración añadió dos palabras más para poder leer Zaragoza a Palafox. Zaragoza honra a Palafox.