Esto de la crisis está poniendo nuestro mundo patas arriba. Los optimistas de ayer se han vuelto pesimistas rabiosos, los que decían blanco dicen negro, los que aplaudieron los inventos de la política de escaparate aseguran hoy que ellos jamás lo hicieron. Y Aragón, en este tema, no se queda atrás. Aquí los autonomistas de antaño ya no lo son, los que se mostraban fascinados por las grandes scalas de turno ni se acuerdan, quienes criticaban abusos de las anteriores administraciones ahora, llegados al poder, los replican sin cortarse un pelo. Es el mundo al revés.

He oído a un conocido rechazar con pasión "esta locura de las autonomías". Le recordé que él se había manifestado a mediados de los Noventa cuando la derecha aragonesa, PP y PAR, salió a la calle tras una pancarta en la que se reclamaba la autonomía plena. "¡Ah! --me dijo impasible--, pero es que entonces estaba de presidente José Marco y aquello no se podía aguantar". Bueno... es una explicación un poco peregrina pero encaja perfectamente en el oportunismo aragonesista tan habitual en la Tierra Noble.

Claro que el mundo conservador nunca ha creído demasiado en la autonomía de Aragón. Si adoptó posiciones regionalistas fue como réplica al impulso centrífugo de Cataluña y por la indudable atracción que ejerció la DGA cuando empezó a manejar presupuestos y competencias. Veremos qué sucede en el futuro, porque Luisa Fernanda Rudi, aunque lleve al lado a un desteñido PAR, no es amiga de autogobiernos y preferiría gestionar una tibia descentralización administrativa, que es más descansado y menos conflictivo.

La presidenta está harta de verse en líos. Aunque parezca increíble (y es otra muestra de lo mudadas que andan las cosas), se está viendo obligada a decir no a importantes gentes de orden a las cuales Marcelino Iglesias decía sí. La generosidad del socialista con determinados poderes fácticos (y de derechas de toda la vida) llena hoy de pasmo a quienes le han sucedido en los despachos del Pignatelli. Otro misterio del Aragón actual que jamás desvelará todos sus secretos porque hay mucho interés en dejar ocultos sus escabrosos detalles. Iglesias decidió invertir generosas cantidades del dinero del común en mantener tranquilos y amistosos a quienes, sin embargo, suspiraban por ver a alguien del PP en su lugar. Bueno, ahora lo tienen pero sólo sus convicciones ideológicas les impedirán echar de menos los buenos tiempos en que los socialistas se mostraban tan generosos y complacientes.

El Aragón oficial lleva mucho tiempo sin una estrategia coherente. Carece de objetivos y de planes a medio y largo plazo. Por eso aquí es fácil clamar por algo (la TCP, los bienes de la Franja, el desdoblamiento de la N-232) y luego olvidarlo al día siguiente.