Intercambiar canicas, jugar a los tazos o retarse a ver qué peonza aguanta más rato dando vueltas, ya no esta de moda. Ahora, muchos niños se baten en duelo cibernéticamente a través de sus consolas. Aunque la mayoría de los parques y plazas de la ciudad se llena de balones, bicis y cuerdas de saltar a la comba, los juegos de calle y tradicionales ya no son una primera opción para muchos.

Hoy es el Día Mundial del Juego y por eso, desde la Fundación Internacional de Solidaridad Compañía de María (FISC-Aragón) han organizado diversas actividades callejeras en la plaza del Pilar con un objetivo sencillo: jugar en la calle. La idea de trasfondo es "reivindicar que no se pierda esta tradición", asegura Isabel Fuster, coordinadora de FISC-Aragón.

Beneficios

El juego favorece "las relaciones, el encuentro y la creatividad" de los niños, explica Fuster. FISC lleva todo este mes realizando encuentros públicos donde la participación tiene dos premisas: se apunta el que quiere, sin importar la edad, y todos ganan ya que es "un juego cooperativo", sentencia.

Esther Fernández, psicóloga infantil del gabinete de psicólogos de Zaragoza, explica que el uso de videoconsolas "no es malo" siempre y cuando "no se abuse de él". La responsabilidad es "completamente de los padres" ya que los niños no tienen la capacidad para saber lo que "puede ser nocivo", completa. ¿Qué sería lo correcto?

Según Fernández, los niños tienen que jugar con aparatos tecnológicos pero "un tiempo limitados que no exceda los 20 minutos diarios". Los pequeños tiene que desarrollar "habilidades motrices" y eso solo se consigue con actividades que exijan actividad como "saltar, correr o jugar a algún deporte".

Los aparatos como las PSP, tabletas o similares se están convirtiendo en "niñeras electrónicas", define Fernández. La repercusión directa es la "instrumentalización del niño", comenta la psicóloga. Fernández señala que esto dificulta en los pequeños el "aprendizaje de otras herramientas de autorregulación como saber comportarse en un círculo social".

Y es que, el juego es "un medio y una herramienta educativa". Así lo entiende Jessy Clemente, trabajadora social del centro de tiempo libre, Sin Mugas gestionado por la asociación Mankala. "No se trata de ir contra lo nuevo sino combinarlo con lo tradicional".