Los diabéticos aragoneses alzaron la voz hace unos meses contra las agujas que deben utilizar para inyectarse la insulina. Hematomas, heridas y dolor son solo algunas de las consecuencias que denunciaron por el uso de un material que, según aseguran desde la Asociación de Diabéticos de Aragón, «no lleva ningún certicicado de calidad». El Departamento de Sanidad ha pedido explicaciones a la empresa adjudicataria y, mientras se soluciona el problema, está suministrando material de 4 milímetros —y no de 6 y de 8— de una entidad alternativa. Andoni Lorenzo Garmendia es el presidente de la Federación Española de Diabéticos (Fede) y conversa con EL PERIÓDICO sobre un problema que también atañe a otras comunidades.

—¿Qué opinión le merece, como presidente nacional del colectivo, la situación que están viviendo los diabéticos de Aragón con el tema de las agujas?

—Me parece algo inaudito que, a estas alturas, en pleno siglo XXI, todavía estemos hablando de problemas en una cuestión tan básica y necesaria como el material para el control de la patología crónica más prevalente en España. Este tema no es nuevo, desde la federación llevamos años reclamando que se tenga en cuenta en los concursos de licitación del material para pacientes, tanto la opinión de los profesionales sanitarios como la de los propios pacientes. Además, dar prioridad a los criterios que apuesten por la calidad del material de inyección porque, lo contrario, conlleva graves problemas para el buen control de la dolencia, derivando en complicaciones que pueden llegar a ser muy graves.

—Unas agujas de mejor calidad apenas cuestan tres céntimos más. ¿No le resulta ridículo que los gobiernos no puedan afrontar este gasto?

—Absolutamente. El gran problema es que, tal y cómo están establecidos este tipo de concursos, lo que prima por encima de la calidad es el precio. Mientras que lo primero tiene un peso de entre el 60%-70% de la valoración total, la calidad prima solo el restante 30%-40%. En el caso concreto de Aragón, los porcentajes son más parejos, de hecho, los criterios técnicos puntuaban hasta 49 puntos y el económico 51. En cualquier caso, esto no tiene ningún sentido, porque si se apuesta por la calidad, a medio-largo plazo van a suponer, sin lugar a dudas, un ahorro importante a la sanidad.

—En Aragón, los afectados se han reunido con el Salud y desde la Administración se ha dado la posibilidad de usar unas agujas alternativas. Sin embargo, los diabéticos dicen que nada ha cambiado y que el problema persiste. ¿Ve factible una solución a corto plazo?

—Nosotros confiamos en que el Ejecutivo aragonés tenga muy en cuenta las peticiones de las personas con diabetes. Normalmente es una comunidad que suele escuchar a los pacientes y que, en otras ocasiones y por cuestiones de otro tipo, se ha sentado a hablar con la federación. De hecho, tuve la oportunidad de conocer y charlar con el presidente Javier Lambán hace un año y me trasmitió una gran sensibilidad hacia nuestro colectivo, por lo que espero y confío en que su Gobierno sepa reconducir este tema. Ahora deben buscar medias inmediatas, porque el paciente con diabetes no puede esperar un mes o más por una aguja, la necesita para vivir y la necesita hoy. Es más, nos consta que en Aragón hay pacientes que han optado por comprar aquellas de mejor calidad de forma particular.

—¿Han contactado con la DGA o con la Consejería de Sanidad para abordar este tema?

—Estamos en ello. Desde la asociación aragonesa hemos cursado ya una petición a la consejería para que sustituyan estas agujas por unas de calidad. Debido a la gravedad del tema, confiamos en que nos den respuesta cuanto antes y convoquen sin demora.

—Las consecuencias de esta situación es que hay personas que no se pinchan por no sufrir los daños y, consecuentemente, repercute en su salud. ¿No cree que falta sensibilidad política y sobra interés económico?

—Totalmente de acuerdo. Como he señalado antes, es increíble que cuando hablamos de salud y de personas, se valore más lo económico que la calidad de vida. Pero, además, yo añadiría otra cosa y es que existe mucha desinformación sobre la diabetes. Y eso que, en nuestro país, la padecen cerca de 6 millones de personas. Aun así, es una patología crónica muy desconocida entre la población. Si todos los agentes implicados en esta toma de decisiones tuviesen los datos y la información adecuados no creo que las decisiones que tomasen fuesen las mismas, comprando material que se rompe, que causa dolor e incluso que no suministran la insulina de forma adecuada. Pero si no se cuenta con ella, esto es muy complejo y más si, a todo esto, se suma que no se cuenta con las que sí pueden proporcionarles esta información de primera mano: las asociaciones de pacientes.