Pisando las zonas calientes de la violencia que está sacudiendo estos últimos días --y desde hace más de un año, aseguran sus residentes-- el barrio Oliver de Zaragoza es fácil reconocer la radiografía de una situación social que dista ligeramente de la ciudad sin ley en la que algunos afirman que se ha convertido y del aislado repunte que en el ayuntamiento se intenta disimular. Son sus vecinos los que la dibujan con exactitud: "el problema es una minoría que está perjudicando a la mayoría, los robos los cometen chavales, menores de edad, contra los que no se puede hacer nada porque sus padres, a diferencia de lo que ha pasado aquí siempre, les apoyan y les defienden".

Estas corresponden a los que ellos tildan como los nuevos, y que nada tiene que ver con si pertenecen a la raza gitana o son payos, o si son españoles o inmigrantes. La diferencia está en que "en los últimos años ha llegado a este barrio mucha gente y con muchas necesidades". "Pero lo que demuestra que no llevan toda la vida aquí ni son adultos es que los robos los cometen a pocos metros de sus casas. ¿A quién se le ocurre atracar a personas a las que vas a ver al día siguiente en el supermercado o comprando el pan?", explican.

Les tienen identificados pero hoy las cosas no se arreglan como antes. Pili, dueña de un establecimiento en la zona y que lleva "más de 40 años en Oliver y sin ningún problema", asegura que "hace años, si un gamberro hacía fechorías, hablabas con sus padres y ellos le ponían en vereda, precisamente porque iban a tener que ver la cara de a quien su hijo había hecho daño". "Los primeros que no quieren Policía en las calles son a quienes se les está señalando", advierte Luisa, que vive desde hace 60 años en el grupo de viviendas Gabriela Mistral, uno de los epicentros de esa supuesta violencia generalizada que no es tal.

"Soy gitana y vivo desde hace 28 años aquí, he tenido cinco hijos y jamás he tenido problemas. Pero hace poco a mi marido, que también es gitano, le robaron la caja de herramientas. Que nos echen en el mismo saco a todos no nos gusta. No es un problema de gitanos, son tres familias y todos saben quienes son, también la Policía. Hay mucha droga y conocen quién la vende, pero no hace nada. Algún día atracarán a la persona equivocada", relata una vecina de Gabriela Mistral. "A mí me han robado 3.000 euros en joyas de mi propia casa y si llamo a la Policía quizá sea peor. Por una minoría se está perjudicando a la mayoría", apunta otra vecina.

Pero también ellos se quejan de los problemas de convivencia --y de la falta de limpieza, también-- y comprenden el "miedo" que aseguran sentir "sobre todo las personas mayores", con las que se están cebando estos supuestos gamberros. "Esas mujeres a las que atracan les habrían dado el monedero solo con pedirlo, no hace falta ensañarse con ellas como golpeándoles con un mechero en la cabeza", relata otra vecina del barrio.