Es bailarín, coreógrafo, y director artístico del Plata. El único escenario que no eligió fue el del cáncer. Narra su experiencia en Paso a dos, libro solidario (a favor de Aspanoa), que se presenta mañana, 20 horas, en el Plata.

—¿Esto no es un poco raro?

—Es lo mismo que llevamos haciendo el último año y medio. Tú preguntas y yo respondo. Aunque, a estas alturas, las respuestas casi te las sabes mejor tú.

—No liemos al lector y empecemos por el principio. ¿Qué es Paso a dos

—Fue un reto. Es un sueño. Es un libro que relata mi experiencia contra el cáncer de una manera muy peculiar. Es un libro dentro de un libro, porque hasta narra el propio proceso de la obra, que nos ha cambiado un poco a todos. Por cierto, la narración se construye a través de conversaciones con una tal Adriana Oliveros. ¿Te suena? (risas)

—Y tiene un carácter solidario...

—Los derechos de autor de ambos se han cedido a la Asociación de Padres de Niños Oncológicos de Aragón (Aspanoa). No podía ser de otra forma. El libro surgió de la gente. Y, por lo tanto, queríamos que fuera para la gente. Yo, al principio, no tenía claro qué tenía de especial mi caso. Pero si puede ayudar a alguien...

—Pero una de las cosas particulares de tu batalla contra el cáncer, contra un linfoma de Hodking, en este caso, es que la compartiste en redes y fue un fenómeno seguido por muchos.

—No fue una decisión consciente al principio. La primera vez que colgué una foto enganchado a un gotero lo hice por mí. Casi instintivamente, porque yo me comunico así. Los escenarios son mi hábitat. Fue como quitarle hierro. Pero empezaron a llover comentarios. E incluso reacciones de gente que no conocía y que estaban pasando por algo parecido.

—Pero una cosa es escribir en redes y otra publicarlo todo en un libro. Eso obliga a uno a abrirse en canal...

—Y así lo hemos hecho todos. Hasta tú. El libro tenía que ser honesto. Nació del amor. Del empeño de José Carlos Aguelo, mi marido. De la confianza de Marina Heredia, de Los Libros del Gato Negro... Y de una lista interminable de cómplices.

—Es el primer libro que se presenta en El Plata Cabaret.

—El Plata es casi un personaje. Fue mi refugio. Cuando la quimio me dejó calvo, todos los sábados iba allí un rato, aunque no pudiera más y los artistas me colocaban la peluca más extravagante que encontrábamos. Fue parte de la terapia, en lo piscológico. Colgábamos siempre la foto. Y le plantábamos cara al miedo. Yo tenía una vida muy bonita cuando el cáncer llegó a mi vida. Cuando me pusieron los ciclos de quimioterapia, hasta le pedí a mi médico, el doctor Grasa, que me los adaptara para, de alguna manera, seguir vinculado a mi equipo, a mi estudio y a los artistas del Plata.

—Aún así, la vida ha cambiado...

—La vida ha cambiado. El maldito cáncer me ha dejado en herencia una neuropatía que me impide bailar. Y era bailarín. Me esfuerzo mucho con la rehabilitación pero eso va a estar ahí. Y claro está que queda el miedo al siguiente análisis, aunque ya estoy limpio. Pero también he aprendido mucho. Hace tres años me hubiera aterrorizado esta entrevista. Ahora vivo la vida de otra manera. Mis límites están mucho más lejos. ¿Crees que alguna vez imaginé presentar un libro?