Hace seis años que Zaragoza se paralizó para abrir las puertas al mundo con la Expo del 2008. Eran días de euforia para la ciudad en los que se apuntaba a la reutilización posterior del recinto de Ranillas en lo que iba a ser un gran centro de actividad empresarial y administrativa. Y con miles de ciudadanos y visitantes transitando a diario. La realidad hoy, seis años después, es que la ocupación se sitúa en el 64% de lo que ya está remodelado (133.000 metros cuadrados), que faltan dos edificios que están tal cual se quedaron en la muestra, y que pasan unas 5.000 personas por allí cada día, de los que mil son funcionarios de la Ciudad de la Justicia, 870 trabajadores de empresas e instituciones allí ubicadas. Y, sobre todo, que los iconos emblemáticos que estaban llamados a tirar de este espacio, siguen varados cerca del Ebro a la espera de tener un uso.

La lectura que hacía ayer el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, era que al superar el "límite de rentabilidad del 50%" el resultado está "bastante bien", pero lamentó que "quedan pendientes los tres iconos arquitectónicos", ya que "el Gobierno de España no está cumpliendo porque no está haciendo lo que debería con el pabellón de España y que ha prometido mil veces" y que, sobre la Torre del Agua y el Pabellón Puente, "estaban atribuidas a la CAI e Ibercaja" y "la primera ha desaparecido e Ibercaja es la que tiene la responsabilidad".

Aún así, las expectativas para Expo Zaragoza Empresarial, la sociedad gestora, son "positivas" y confía en que a final de año podrían ser 2.500 los trabajadores que estén allí, porque este es "un espacio vivo en pleno proceso de crecimiento, que se está consolidando como un importante centro de negocios". La última compañía en trasladarse ha sido la firma Redexis Gas, junto a Grupo Jorge y la multinacional francesa Bureau Veritas.