Será muy difícil que Jesús Alonso y Rosa María Híjar olviden fácilmente lo ocurrido el pasado lunes a las 9.20 horas en su barrio «de toda la vida» de Casetas. Él ya ha recibido el alta médica, explica, porque «solo me duelen los huesos cuando toso, pero me hicieron radiografías por todo el cuerpo y los médicos no vieron nada más que contusiones». Ella, su mujer desde hace 45 años -en octubre iban a celebrar su aniversario con un viaje a París que cree que «habrá que cancelar», lamenta- aún sigue en la uci del hospital Clínico de Zaragoza, con múltiples traumatismos y fracturas, pero ya fuera de peligro y aguardando una operación «en los próximos días». Al igual que otro hombre de 45 años, que ayer también recibió el alta, han sobrevivido «de milagro» al atropello múltiple cometido por un conductor ebrio.

Jesús Alonso habló para EL PERIÓDICO cuando, de nuevo tranquilo tras ver a su mujer en las visitas programadas en la uci, volvía a constatar que está «consciente y fuera de peligro». Y revivió esos escasos segundos en los que sufrieron el atropello y en los que, asegura, «solo era capaz de pensar en mis nietos».

Ahora toda su atención está en ella, que se recupere pronto, aunque el listado de daños sufridos parece interminable: «El golpe se lo llevó en el lado izquierdo y le afectó al hombro, la cadera por los dos lados, la pelvis, un dedo roto y no sabemos si también el tobillo», relata. La noche del domingo, incluso «le hicieron una transfusión porque ha perdido algo de sangre, pero tenemos que esperar a ver si la operan en los próximos días», explica. «Dicen que a lo mejor le hacen dos operaciones en una. De momento le han puesto un contrapeso en la cadera para estabilizarla y ahora a esperar», añade.

ELLA «NO SE MOVÍA»

Sus recuerdos del atropello se interrumpen en el momento en el que el coche impactó contra ellos. Todo lo anterior, lo narra con detalle: «No es verdad que estuviéramos en el paso de peatones. Volvíamos de andar. Como hacía calor decidimos ir por el centro del pueblo hacia el parque de bomberos y allí dar la vuelta hacia nuestra casa, que está justo enfrente del cuartel. Y cuando regresábamos, a la altura del bar Avenida, vimos venir un coche de frente que iba dando unos bandazos muy fuertes y como frenazos y acelerones. Yo lo vi en el semáforo del bar Volante, que estaba cerrado, y recuerdo los gritos de ese coche, ese coche y ya el atropello. Intenté proteger a Rosa pero estábamos muy cerca de la pared. Y debió girar porque si no nos chafa allí. La inercia fue intentar apartarla a ella y ya no sé si nos golpeó contra la pared o es que yo salté, pero lo siguiente que vi fue a la Guardia Civil, amigos de mi hijo (trabaja en el cuartel de Casetas) preguntándome si estaba bien, y a mi mujer, que la tenía al lado y que no se movía. Yo solo quería saber cómo estaba ella», relata aún nervioso.

«Pensé que venía a por nosotros. En ese instante se me vino a la cabeza el atentado de Cambrils y pensé que sería algo igual. Pero luego piensas que si hubiera querido nos deja hechos una calcamonía», argumenta Jesús. «Pero bueno, lo mío es todo curable y mi mujer es la que parece que tiene para más tiempo, pero yo la veo majica», añade. «De hecho, les hemos dicho a los hijos que se vuelvan al pueblo. En cuanto recupera el conocimiento, ya se sabe, a mandar», bromea.

También recuerda cómo le vinieron a la mente sus nietos. «Menos mal que no íbamos con ellos porque están de vacaciones, porque casi siempre nos acompañan». Y también lo imprevisible que es el destino a veces: «Precisamente ese día tenía que haber venido al hospital porque está mi madre ingresada, pero mi hermano me dijo que guardara fiesta, que se ocupaba él. Así que le dije: Rosa, ¿nos vamos a andar?». También se lamenta de su «mala suerte». «Encima esta mañana me han dado un golpe en mi coche. Me ha echado la negra alguien», dice.

Agradece el cariño de barrio , al que Jesús llegó «con cinco meses». «Mis hermanos han nacido todos en Casetas y mi padre era el huevero, y así nos conocen todos». «Mi mujer llegó con 14 años, porque vino su padre a trabajar aquí y entonces nos conocimos».