El Monasterio de Piedra es uno de los monumentos más conocidos de la provincia de Zaragoza pues en pocos lugares de Aragón se entremezcla con tal perfección un entorno natural lleno de vegetación, juegos de agua, cascadas, grutas y lagos con los restos de un monasterio lleno de historia y tradición. El viejo monasterio cisterciense de Nuévalos (que durante más de 600 años dio vida y sentido a ese lugar) ahora vive una segunda juventud en parte convertido en hotel, en parte vivienda, en parte ruinas. Pero sus venerables edificios guardan aún muchas historias que merece la pena conocer.

Según aparece en la guía Arte en la provincia de Zaragoza de la Diputación Provincial (DPZ), antes de la llegada de los monjes del Císter había aquí, en lo alto de una colina al otro lado del río, un pequeño recinto defensivo musulmán llamado Piedra vieja. Conquistado este enclave por los aragoneses, el rey Alfonso II lo donó en 1194 a la orden cisterciense y ese mismo año partieron doce monjes de Poblet junto con un abad, Gaufrido, a fundar allí un nuevo monasterio.

Aunque el de Piedra no fue uno de los monasterios más ricos de la orden, como consta por las quejas que sus abades presentaron varias veces sobre su precaria situación, tampoco debieron de ser escasos sus recursos, derivados del cultivo de sus propias tierras y de los tributos que estaban obligados a pagar los pueblos que dependían.

Riquezas

La realidad debió de ser distinta a juzgar por la magnificencia de los edificios que aquel puñado de monjes fueron capaces de levantar: una iglesia de tres naves y grandes proporciones, más un claustro amplio alrededor del cual se dispusieron la sala capitular, el refectorio, la cocina, la biblioteca, el dormitorio y el resto de las dependencias monásticas, siguiendo las rígidas normas cistercienses.

Prima la austeridad en la decoración, pero también una concepción arquitectónica de intachable pureza de líneas que en muchos detalles anuncia ya el gótico, dada la fecha de su erección, ya en pleno siglo XIII. También se construyó un espléndido palacio abacial, aunque en época barroca fue sustituido por el actual, que hoy es hotel; las columnas que se ven en su fachada, superpuestas en tres alturas, probablemente formaron parte del edificio primitivo.

Hoy queda poco del esplendor que alcanzó Piedra en la Edad Media y en las épocas renacentista y barroca. No se puede olvidar que el recinto tuvo que atravesar periodos muy difíciles como la guerra de la Independencia. Al final su sentencia de muerte llegó con la desamortización de Mendizábal de 1836, que lo dejó abandonado y completamente sumido en el olvido.

Naturaleza

Dejando de lado la parte arquitectónica, es importante destacar que el parque natural que rodea a las instalaciones es uno de los lugares más visitados de Aragón. Este inmenso jardín está repleto de densos bosques de ribera, donde el agua y la piedra han ido dando forma a este bello paraje lleno de cascadas: la Caprichosa, la Cola de Caballo, la Gruta Iris, el Lago del Espejo... Un lugar perfecto para una escapada.

En el caso de decidirse a recorrer su misterioso encanto, a través de una visita guiada, el visitante puede adentrarse en el modo de vida y costumbres de los monjes. El recorrido incluye dependencias como la sala capitular o el refectorio, que presenta la reproducción de una joya única del arte gótico mudéjar de Aragón: el retablo tríptico relicario del Monasterio de Piedra, que data del año 1390.

El monasterio alberga asimismo el Museo del Vino de la Denominación de Origen de Calatayud y el Museo de Carruajes. Un detalle: fue en su cocina monacal donde, por vez primera, se cocinó el chocolate en Europa, en 1535. Por eso, el cliente descubrirá un exposición monográfica sobre la historia de este manjar traído de América.