En el 2015, María (nombre ficticio puesto que la víctima es menor de edad) tenía 13 años y estaba apuntada a una actividad extraescolar de gimnasia rítmica en Zaragoza. Allí conoció a una joven, en ese momento de 23 años, que era su entrenadora y con la que empezó una relación afectiva que llevó ayer al banquillo a la mayor de edad, S. H., por abusar sexualmente de la niña.

La encausada se enfrentaba inicialmente a una condena de 11 años de prisión, si bien su abogado, el penalista José Cabrejas, llegó a un acuerdo con la Fiscalía que redujo su pena a dos años de cárcel y al pago de una indemnización de 12.000 euros. Tampoco podrá acercarse a la menor a menos de cien metros.

Para llegar a esta condena, el representante del ministerio público valoró que la encausada reparó el daño causado y aplicó la atenuante presentada por la defensa -la primera vez que se aplica en Aragón- que establece que «el consentimiento libre del menor de 16 años excluirá la responsabilidad penal cuando el autor es una persona próxima al menor por edad y grado de desarrollo o madurez».

La procesada reconoció que en el desarrollo de la actividad deportiva, con la que realizaban numerosos viajes fuera de Zaragoza, surgió una relación afectiva cada vez más estrecha entre ambas que derivó en una relación sentimental en la que S. H. se prevalió de una cierta situación de superioridad no solo por la importante diferencia de edad, diez años, sino también por ser su entrenadora. Ello conllevaba, según la acusación pública, que la menor sintiera admiración, reconocimiento y comprensión entre diciembre del 2015 y mayo del 2016. Fruto de ello, ambas tuvieron relaciones sexuales.

S. H. también reconoció que mantenía con la niña un continuo intercambio de mensajes de Whatsapp en los que les daba indicaciones de cómo debía comportarse con las personas de su círculo más íntimo y con sus progenitores de cara a ocultar la relación que había entre ambas. La Policía analizó sus teléfonos móviles y certificaron, a partir de los mensajes, que se trataban como «novias» y que su intimidad iba «más allá de los besos».

Los padres de la niña sospecharon cuando su humor cambió y bajó su rendimiento escolar. Denunciaron ante la Policía al no lograr romper la relación.