René Vanden Berghe, alias Erik el Belga, acaba de publicar sus memorias en colaboración con la abogada Nuria de Madariaga. El libro, Por amor al arte (Planeta), repasa de forma benévola y novelada la trayectoria del ladrón más famoso del siglo XX.

--No se flagela demasiado en el libro, ¿tiene en mente una segunda parte, aunque sea póstuma, con todo lo que no ha podido o querido contar?

--No, porque justamente lo que no quería era una historia de robos. Se titula Por amor al arte y no es ironía, lo mantengo ahora con el mecenazgo de artistas, entre otras actividades.

--En su primer golpe, el robo de una puerta labrada, de niño, ya le pilló su padre. ¿Eso le quitó el miedo de cara al futuro?

--(Ríe). Sí, mi padre me dio el primer perdón, y me han perdonado siempre. Siempre he buscado el bien del patrimonio, no era un expolio porque iba destinado a gente realmente interesada en conservar las obras.

--Habla también de una virgen que le habló para que no se la llevara, y dejó de robar estos iconos. ¿Es usted supersticioso?

--Francamente, lo que ocurre es que prefería ir a sitios con más piezas, para aprovechar el viaje, y además en iglesias aisladas es más fácil que te sorprendan. Yo siempre he buscado seguridad, buena prueba de ello es que he viajado cuatro millones y medio de kilómetros y solo he tenido dos accidentes. En las iglesias siempre he estado alerta y nunca he visto espíritus. Al fin y al cabo los santos me quieren mucho, les he buscado casas calientes y bonitas.

--Cuéntenos la negociación con un cura en Zaragoza antes de desvalijar el museo diocesano de Calahorra.

--No tiene historia, era lo normal en la época. Los obispados tenían orden del Vaticano de vender todo lo que sobrara, que prácticamente era todo lo que no fueran imágenes de la Virgen: arcones, retablos... Pero a veces costaba. Una vez tuve que insistirle seis meses al cura para que buscara la llave de la iglesia (ríe). Mereció la pena, había un candelabro maravilloso...

--Por lo que cuenta, no se requería mucha habilidad.

--Realmente vendían las antigüedades como si fueran patatas. La ley decía que no se podía sacar de España nada de más de cien años de antigüedad, pero si hablabas con un obispo, en 15 días tenías el permiso. En mi caso, Bélgica era una mina de oro, porque habíamos tenido a una reina española muy querida, Fabiola, y todo el mundo quería algún recuerdo español. Yo compraba arcones aquí por 4.000 pesetas y los vendía allí por 10.000 francos belgas, equivalentes a 40.000 pesetas.

--¿Qué recuerdos tiene de sus robos en Aragón?

--No he robado en Aragón.

--¿Y la catedral de Roda de Isábena?

--Ah, no sabía que era Aragón. Sí, aquello fue obviamente un encargo, de un coleccionista de Munich, si no cómo iba a saber yo que había tantas piezas allí.

--¿Sabe dónde está la silla de San Ramón y el resto de obras?

--No, aunque colaboré en restaurar el retablo y en una exposición para recaudar fondos para buscar los bienes. Sí sé que uno de los tapices fue de Munich a América, de allí a Suiza y terminó en una subasta pasando por tapiz belga Una investigadora catalana de arte descubrió el origen. Felicidades.

--Habla de torturas en la cárcel con una ligereza pasmosa...

--No tengo rencor, y no he querido contar las torturas con detalle. Eso sí, soy el único belga torturado por el Gobierno de Franco, y los papeles que lo acreditan están en la embajada belga en Madrid.

--¿Colabora con la Policía en investigaciones como la del Códice Calixtino?

--Ya no me piden ayuda porque saben que tengo razón. Al año se roba un billón de euros en objetos artísticos, y solo se recupera un 10%. Es mejor ir por la vía diplomática. En cuanto al códice, es un robo bastante simple, es evidente que ha habido complicidad de alguien de dentro de la iglesia.

--¿Cuántas obras suyas hay expuestas en el mundo, pasando por auténticas?

--Hay 14, la mayoría en museos alemanes. Nunca he pintado para engañar a coleccionistas, sino a los conservadores. Y siempre lo he conseguido, aunque también teniendo un cómplice dentro (ríe).

--Ha dicho que la Gioconda más cercana a la original es la de Madrid, ¿pasa con muchas obras famosas?

--Con muchísimas. Para que se haga una idea, en un reciente análisis científico del Museo de Nueva York tuvieron que pasar 23 de 27 goyas a la sala de Escuela de Goya, aunque los habían comprado por auténticos. En el Prado han comprado la misma máquina de análisis hace poco.

--¿Le gustaría desvalijar el museo diocesano de Lérida?

--Lo que ha pasado con los bienes de Aragón es difícil de explicar. Que tengas que pagar para ver algo que debería ser de cada pueblo, según la Ley de Patrimonio del 85, que nadie respeta, es increíble. Pero también es cierto que en Aragón nadie se ha preocupado de los robos, que en cada pueblo se merecerían un libro.

--¿Qué le gustaría haber robado en Aragón?

--La Pilarica, sin duda. Y no habría sido difícil (ríe).