Levantar la vista, abandonar la imparable rutina y perder diez minutos de un valioso tiempo. Pisar el freno. Es lo que no hicieron los probablemente cientos de conductores que circularon en la tarde del lunes entre el tercer y el cuarto cinturón de Zaragoza. Gonzalo Cacho, natural de Ágreda y camionero de la empresa de FCC desde hace más de 20 años, sí paró su camión. Eran las 3 de la madrugada pero la figura de Crisanta le llamó la atención.

La anciana, de 84 años, pasó toda la tarde en una rotonda, bajo un sol de justicia, con temperaturas que rozaron los 40° y sin ingerir líquidos, a la espera de un autobús que debía llevarla a Soria. Un autobús que nunca llegó.

"La mujer paró mi camión saliendo al paso de cebra y haciéndome señas con las manos", recuerda Gonzalo, que afirma que no se asustó aunque sí le resultó extraño encontrarse con una mujer de avanzada edad, sola, a esa hora de la madrugada. Cuenta que tuvo que esquivarla con su camión, con el que regresaba de recoger la basura del hospital Clínico, dar la vuelta a la rotonda y aparcar a su lado. "Pensé que la señora desvariaba, que se había desorientado- pero al hablar con ella fui consciente de que coordinaba todo, estaba muy tranquila, me dijo cómo se llamaba y qué le había pasado. Me contó que llevaba toda la tarde allí, esperando, y que tenía que ir a Mataró", relata Gonzalo.

Inmediatamente, Gonzalo Cacho llamó a la Policía y se quedó con Crisanta hasta que llegaron los agentes. "Vinieron en 10 minutos y fueron muy amables, se preocuparon por su estado de salud, comprobaron que se encontraba bien y me dijeron que ya me podía marchar, que Crisanta se quedaba en buenas manos", explicó.

Gonzalo Cacho siguió trabajando la madrugada del martes con total normalidad porque se quedó "tranquilo" al ver que la mujer se encontraba bien. Siguió con su trabajo y al llegar a la sede de FCC le comunicaron que habían llamado de la Policía para agradecerle su buen gesto. Un gesto que a Gonzalo Cacho no le parece extraordinario. Lo habría hecho, afirmó "el 99'99% de la plantilla de FCC" y por esa misma razón le parece "ilógico" que los conductores que pasaron por el tercer cinturón --"porque pasar, pasaron seguro", puntualiza-- no detuvieran sus vehículos. La zona en la que se encontró con Crisanta no tiene ningún punto donde guarecerse. "No hay ni setos ni nada: solo un cañizar en el que habría pasado muchísimo calor, por lo que estaba a la vista de todos", contó Gonzalo.

Esta no ha sido la primera vez en la que este operario a punto de jubilarse ha salvado una vida. "Trabajar en turno de noche es más tranquilo pero más peligroso: presencias escenas que no se ven a la luz del día", comentó. Hace unos años se encontró en la plaza Salamero a un hombre tendido en el suelo en medio de un charco de sangre. Utilizó su cinturón para hacerle un torniquete. A la mañana siguiente supo que sin su gesto, ese hombre no habría llegado vivo al hospital. Un ciudadano ejemplar.