Mariano Rajoy aprobará los presupuestos gracias a los apoyos del PNV, de Ciudadanos y, previsiblemente, de Nueva Canarias. Un acuerdo del habilidoso Rajoy que arroja varias conclusiones inmediatas y sus respectivas incertidumbres. La primera conclusión demuestra que había otro acuerdo posible para investir a Rajoy como presidente sin que el PSOE tuviera que abstenerse. Pero a Rajoy no le interesó explorar esta cuestión siendo copartícipe de la fractura interna de los socialistas.

La segunda, que el discurso que sirvió a Ciudadanos para traspasar las fronteras políticas catalanas tenía más ruido que nueces. Su frontal rechazo a pactar con nacionalistas y su encendida lucha contra la corrupción se ha tornado en muleta de ambas cuestiones: facilitando unos presupuestos estatales que son un acicate para el País Vasco, Canarias y lo serán también para Cataluña; debilitando la españa de las 15 comunidades infrafinanciadas de régimen común. Y permitiendo al PP allá donde la corrupción le salpica salir airoso de sus males. Véase Madrid o Murcia.

Hay más consecuencias sobre un acuerdo presupuestario que otorgará al País Vasco más de 4.000 millones adicionales, que revisa su obsoleto cupo --un anacronismo en los sistemas de financiación que proviene de las guerras carlistas-- y fuerza al Estado a devolver al País Vasco una gran parte de lo recaudado por sus diputaciones desde el 2007. Lo mismo sucede con los 450 millones que exige Nueva Canarias (aliado del PSOE que se opuso a la investidura de Rajoy) para dar el voto imprescindible para la aprobación. Y el gran cheque que se espera en inversiones para Cataluña para rebajar las tensiones independentistas.

En definitiva, cuando el PP habla catalán o euskera en la intimidad, España no corre riesgo de romperse. Para el PP solo se rompe si a este tipo de pactos llegan los demás. Basta acudir a las hemerotecas para recordar lo que decía Rajoy en el 2008 ante los acuerdos --menos generosos-- de Zapatero. Y basta recordar que fue Aznar quien cedió ante Pujol a unos niveles nunca vistos.

Ante este escenario, y con una mesa de estudio sobre la financiación autonómica activada, el debate sobre el reparto a las comunidades que no tienen la autonomía fiscal de Euskadi y Navarra queda debilitado. Los expertos de esa mesa --en la que por cierto no están ni vascos, ni catalanes y con los canarios prácticamente de observadores-- no ocultan su malestar por un acuerdo político que dificulta su trabajo. Porque, ¿qué criterios se podrán aplicar para otorgar unos recursos que igualen y no discriminen territorios cuando se ha demostrado una vez más que solo es la bilateralidad la que acaba resolviendo pleitos? ¿con qué recursos contará el Estado tras las aportaciones adicionales a tres comunidades concretas? Dudas que ponen en un brete uno de los objetivos políticos de Rajoy para esta legislatura: reformar un sistema de financiación autonómica que disgusta a todos. Así se acordó además en enero en la conferencia de presidentes, pero podría pasar como en la pasada legislatura, cuando Montoro aparcó el debate para no salir perjudicado el Gobierno.

Ahora se entiende el exasperante retraso en la convocatoria de la bilateral. Bermúdez de Castro ha ido dando largas a Vicente Guillén y es ahora donde la cumbre bilateral con Aragón puede ser, como lo fueron las anteriores, de café descafeinado. Con suerte, se transferirán varias nóminas de funcionarios y poco más. Lambán (que quiere su propia agencia tributaria pero sin alterar el orden constitucional) y Soro ya han puesto su grito en el cielo expresando su malestar. Y luego está el PAR, que presume de acuerdo con el PP, algo que hace últimamente el propio Rajoy. Un acuerdo que resulta un papel mojado cuando se compara con el que, a golpe de talonario, ha obtenido el PNV que hace solo unos meses antes veía imposible cualquier acuerdo con el PP de Rajoy. Ya lo decía Quevedo, el poeta y no el líder de Nueva Canarias: Poderoso caballero es don dinero.