Los atentados de París y la consiguiente elevación al nivel tres de la alerta antiterrorista en España han puesto el foco en la seguridad transfronteriza, lo que se ha traducido en el incremento de controles en el Pirineo por parte de la Guardia Civil, y en el refuerzo de los policiales, con efectivos de la Unidad de Intervención Policial (UIP). Pero el control no ha empezado ni mucho menos ahora. El Centro de Cooperación Policial y Aduanera (CCPA) de Canfranc lleva ya diez años coordinando a las fuerzas hispanogalas para combatir la delincuencia.

Este escenario, el único de los cuatro de la frontera con Francia ubicado en suelo español, alberga oficinas y hace las veces de comisaría de la Unidad de Extranjería y Documentación de la localidad, como explica el inspector jefe de la misma, Jesús Berges. Pero su corazón es la sala de coordinación donde se apiñan efectivos de la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Agencia Tributaria y, por parte gala, la Policía Aérea y de Fronteras (PAF), la Gendarmería y la Policía Aduanera, con misiones homologables.

Entre todas ellas destaca, al menos por volumen de trabajo, la lucha contra la inmigración clandestina. Así lo explica el coordinador adunto del CCPA por parte española, José Antonio García. Actualmente la función recae en el Cuerpo Nacional de Policía, en turnos rotatorios de tres años con la Guardia Civil.

FLUIDEZ

La visita a la sala de coordinación del CCPA da la impresión de una centralita telefónica, pero por algo es el centro neurálgico del edificio, y su labor es vital. Aunque las comunicaciones oficiales entre cuerpos --a un metro escaso de distancia-- sea por correo electrónico, la unión de los efectivos en la misma sala da "una gran fluidez", explica García.

"Por ejemplo, si nos llaman de una comisaría de Málaga para pedir información de un ciudadano francés, aquí se la pedimos al compañero y en cinco minutos está tramitada la petición y tienen los datos. Aún se sorprenden mucho por eso", afirma el coordinador. Los tiempos se acortan tremendamente respecto a una comunicación con las centrales de cooperación en Madrid y París.

Las labores se centran pues en cruzar información, sobre detenidos o sospechosos, en la citada cuestión de la inmigración clandestina pero también en el contrabando o el tráfico de divisas, para lo cual cuentan con efectivos de la Agencia Tributaria. Como ejemplo está la incautación, el año pasado, de 700.000 euros ocultos en el depósito de gasolina de un coche.

No todo es trabajo de oficina, sin embargo. El centro se puede convertir también en un puesto de coordinación para operaciones en caliente, desatadas por ejemplo tras una persecución que se inicia a un lado de la frontera y desemboca en el otro.

Aunque no se puede decir que sean comunes en Aragón, el año pasado hubo un caso de go fast routier. Se trata de una técnica de los traficantes para pasar grandes alijos de droga a toda velocidad utilizando coches lanzadera para dividir y despistar a los perseguidores. Interceptaron 700 kilos de hachís.

Estas y otras muchas variantes de la delincuencia se combaten mejor gracias a este puesto de coordinación, pese a su aparente simplicidad. Queda la complicación del idioma y en eso, admite García con sorna, los franceses son más del "buenos días" que nosotros del "bonjour".