El pasado lunes, en Madrid, la presidenta Rudi llamó a tener en cuenta los resultados de las europeas, modificar el discurso (el del PP, se entiende), tener proyecto y hacer diagnósticos veraces. El mismo día, en Zaragoza, se conocía el informe presentado por ella misma ante el debate sobre el estado de la Comunidad que se celebrará la próxima semana en las Cortes. En este documento, la jefa de la Tierra Noble entonaba un mea culpa muy peculiar, porque al informar sobre el último año y el conjunto de su mandato describía un panorama casi perfecto: recuperación económica, descenso del paro, confianza, éxito frente a todos los desafíos... y eso pese a tener que afrontar un clima político hostil. ¿Hostil, por parte de quién? Ya lo dirá (si quiere) en sede parlamentaria. En cualquier caso, su planteamiento está tan fuera de toda lógica, es tan contrario a todas las evidencias... que parece fruto del delirio o del mayor de los desenfados.

Pero el que Luisa Fernanda quiera abrir el debate sobre la situación de Aragón contradiciendo de manera estrepitosa sus reflexiones sobre la necesidad de hacer diagnósticos veraces no es tanto un gesto de impudicia, como una extraña muestra de descarada ingenuidad. Rudi siempre ha sido una política naif, que se limita a vestir con los clichés al uso unos planteamientos muy elementales y muy conservadores. En su ámbito ha disfrutado de no poco éxito, porque la derecha española es tan simple en lo que se refiere a la ideología como implacable en materia económica. Ahora, a la cabeza del Gobierno aragonés, arrastra (como le pasó cuando fue alcaldesa de Zaragoza) un bagaje impresionante: tres consejeros de Hacienda en otros tantos años, constantes cambios en el área de Sanidad, una ostensible devaluación de los servicios públicos, unas cuentas patas arriba con tremendos retrasos en los pagos, una administración desactivada... y todo ello sin poder cumplir los objetivos de déficit. Extraer de esto un balance triunfal es pasarse de rosca. Estamos acostumbrados a que los presidentes tierranoblenses hagan exagerados ejercicios de autoestima. Pero el que se nos viene encima va a ser de récord.

Porque al mismo tiempo que Rudi se daba a entender en Madrid y Zaragoza, conocíamos el demencial contenido de la operación destinada a dejar la construcción del hospital de Alcañiz en manos privadas a un coste impresentable. O se hacía público el cierre de la atención continuada en el Centro de Salud de Sagasta (ahí, Oliván les pega en los morros a sus propios votantes). Por no hablar de la actitud de los diputados y senadores del PP en las Cortes generales, dispuestos siempre a votar contra mociones y propuestas de interés para Aragón.

Aviados estamos.