El estafador de mujeres salió de la cárcel de Burgos en libertad condicional en el 2014. Había cumplido en la sombra buena parte de las tres condenas que le cayeron por limpiar los bolsillos a personas de Orense, Eibar y Zaragoza. Lo habían encerrado en el 2008, cuando finalmente lo detuvo la Policía Nacional en la capital aragonesa. Le esperaban tres juicios y casi seis años entre barrotes. Ni así fue posible evitar que continuara delinquiendo.

Con el tercer grado obtenido en Burgos, Francisco Gómez Manzanares tuvo que trabajar en un programa de rehabilitación. Le tocó ejercer de repartidor de pan. Gracias al puesto no tardó en enamorar a la propietaria de uno de los hornos que estaban en su ruta. También sirvió cafés en un bar, en el cual, a partir de su llegada, cada día resultaba más difícil cuadrar la caja. Más allá de para qué usó aquellos empleos normales, lo cierto es que los tuvo. No iba a durar mucho.

LA PROMESA DE UNA TIENDA / Los Mossos d’Esquadra han recibido la sexta denuncia presentada por una mujer en Cataluña contra Gómez Manzanares. A esta última víctima, la número 24, le prometió una tienda en el paseo de Gràcia. Un truco parecido al que usó en Orense, cuando le vendió a otra mujer una agencia de viajes, por una tarifa similar, más de 10.000 euros. Los hechos que relata la mujer apuntan a que el estafador empezó a enredarla cuando todavía cumplía condena en Burgos. Allí enamoró a distancia a otra catalana que fue para mantener un vis a vis con él.

La cifra de 24 denuncias es la contabilizada por EL PERIÓDICO, pero podrían existir más. De lo que no cabe ninguna duda es que existen más afectados que no han querido denunciar. Las siete víctimas con las que ha hablado este diario coinciden en pedir el anonimato para sobrevivir a la humillación, especialmente las mujeres, que perciben un entorno que no empatiza con su dolor. O que incluso las califica de «tontas». No es justo: fueron víctimas de un profesional sin remordimientos dispuesto a golpear tan bajo como fuera necesario. Algunas siguen de baja y en tratamiento médico.

Gómez Manzanares es un camaleón, capaz de mutar por completo: adelgazar, teñirse el pelo o disfrazarse. Lo que haga falta para encarnar concienzudamente la identidad que escoja. Ha sido piloto de avión, representante de fórmula 1, sargento de Salvamento Marítimo y miembro del equipo técnico del Barça. Los padres que se inventa, además, siempre son adinerados: dueños de la bodega Marqués de Riscal, empresarios en Brasil, abogados prestigiosos o directivos del citado club.

PUNTOS EN COMÚN / Las mutaciones son completas pero hay elementos que se repiten. Siempre se llama David (Hernández, Pons, Barceló...). Lo paga todo en efectivo y lleva la cartera hinchada de billetes de 50. Usa varios teléfonos, de prepago, siempre en silencio. Simula conversaciones telefónicas. «Un segundo, que estoy con De La Rosa», recuerdan haberle oído decir en Eibar, mientras tapaba con la mano el teléfono móvil. Habla compulsivamente de su madre, de su hermana -una modelo- y de la sobrina de sus ojos. Ellas tampoco existen.

Gómez Manzanares ama el dinero. Y siente debilidad por los coches de lujo y las tragaperras. Ha conducido un Mercedes SLK, un Audi Q5 y un BMW X6. Lo de las tragaperras posiblemente esconde una ludopatía. En Eibar recuerdan que jugaba a todas horas. «Lo vi jugar incluso vestido de piloto», explica un conocido. «Le recordé que perdería el avión que tenía que pilotar hasta Tel-Aviv y me respondió que hacía escala en Madrid y que llegaría antes con su Mercedes».

También en Zaragoza lo recuerdan enganchado a las máquinas. En Barcelona ocultó esta debilidad. Pero hay víctimas que aseguran haber hablado por teléfono con él mientras entraba por el auricular el ruido de una máquina. «No es mía, estoy desayunando junto a unos chinos». Posiblemente Gómez Manzanares también se mienta a sí mismo.