Papel y bolígrafo en mano, movimiento incesante de la pierna derecha, uñas en la boca y nervios a flor de piel. La estampa era común entre los padres que acudieron ayer al sorteo de plazas vacantes en los centros entre los alumnos aragoneses que se quedaron fuera del centro elegido en primera opción. La cita, a la que cada año quedan abocados cientos de familias, volvió a ser escenario de lágrimas, reproches y críticas a un sistema que, aun otorgado el colegio elegido al 95% de las familias, sigue sin poder contentar a todos.

El 307 dictó sentencia. A partir de ese número se irán ordenando todas las segundas peticiones en función del número aleatorio asignado a cada solicitud. Ruth no tuvo suerte. Y eso que ella había sido la mano inocente encargada de extraer la primera bola. «Tengo a 300 por delante, así que no lo tengo bien. Elegí Salesianos, pero se llenó y me quedé fuera. Ahora sigo esperando para poder acceder a algún concertado», lamentó a la salida del acto, celebrado en la sede del Servicio Provincial de Educación de Zaragoza -también se hizo en Huesca y Teruel-. «Pedí como segunda opción Santa María Reina y luego Teresianas, que está completo, así que no sé a qué centro irá mi hija Carolina», añadió.

Como muchos de los presentes, Ruth apenas había conseguido conciliar el sueño durante la noche. «Llevamos unos días de muchos nervios», admitía. Su hija es uno de los 451 niños que, en septiembre, comenzarán la escolarización en un colegio de la capital aragonesa todavía sin definir. Entre Infantil y Primaria, ayer participaron en el sorteo un total de 884 instancias a las que la Comisión de Garantías debe ahora asignar un centro.

Eva todavía estaba peor. Sin suerte en el sorteo para acceder al Hijas de San José (Josefinas), donde se quedaron fuera casi 30 solicitudes, puso como segunda opción el Santa María Reina, que tiene cuatro vacantes, pero el azar volvió a darle la espalda ayer. «Me dicen que quedo abocada al colegio de al lado de mi casa -cuando no hay plazas libres en ninguno de los colegios elegidos, Educación da plaza en el centro más cercano con plazas libres-, pero este -el Moreno Calvete-, no dispone de comedor y yo necesito ese servicio para mi hija porque mi marido y yo trabajamos y no podemos dejarlo. Él se levanta a las 5 a trabajar y yo la llevo al colegio», sollozaba.

Para ella, el «opaco» proceso y una ley «muy mal hecha» le han abocado a una situación «desesperante». «Están jugando con nosotros, tanto con los padres como con los niños. La ley dice que se tendrá en cuenta la opinión de las familias y ahora mandan a mi hija a un colegio sin comedor».

Para Eva, el colegio que le asignará Educación «está dejado de la mano de dios». «Te dicen que presentes una reclamación, pero, en otras realizadas otros años te llegan a acusar de racista por no querer llevar a tu hijo a un centro de determinado nivel o carente de servicios. Dicen que se preocupan de los colegios públicos, pero está claro que no».