«Lo más triste de todo es que te digan que, al final, este tipo de enfermos consigue su propósito». La voz de este familiar de una afectada por el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) suena hastiada al otro lado del teléfono. «Estamos hartos. No vemos solución a corto plazo y esto es un callejón sin salida», asegura este zaragozano que prefiere mantener su anonimato, como el de su allegada, para no estigmatizar la situación.

Acarrea a sus espaldas, junto a su novia, muchos años de «situaciones difíciles» debido a la gravedad de la patología de su familiar y reclama a los psiquiatras la aplicación de un tratamiento «más específico» porque «esto no es una cuestión psiquiátrica más», asegura. Y denuncia que «reiteradamente» le dan el alta, tras unos días de ingreso, pero «al tiempo vuelve a suceder lo mismo y este es un círculo muy peligroso», señala.

«Lo que necesitamos son soluciones a corto plazo y no empezar a formar parte de listas de espera y procesos administrativos largos porque, quizás, en esa espera se produzca un trágico desenlace», explica. «Hemos vivido episodios de empastillamientos, autolesiones o robos en unos grandes almacenes de cosas inservibles por ese brote de compulsividad. Hace dos años se intentó tirar por el balcón, se rompió varios huesos y permaneció en coma varios días. Hace unos meses lo ha vuelto a intentar y estamos desesperados», reitera.

Depresión y malos tratos

Entre las causas del TLP hay una combinación de factores biológicos y de situaciones vitales. «Hace muchos años sufrió depresiones como consecuencia de un divorcio en el que hubo malos tratos. Todo eso derivó en este trastorno diagnosticado», explica.

El día a día de esta familia es «muy complicado» y «muy duro, porque no estás tranquilo en ningún momento. Ella sabe lo que tiene y a veces también lo utiliza para hacernos chantaje», cuenta.

En más de una ocasión se han negado a recibir el alta hospitalaria. «Ya no sabemos cómo decir que no puede estar en casa. Tuvimos una reunión en su momento con el gabinete sociosanitario, pero acabó mal aquel encuentro, sin solución», explica. «Una vez, sin nuestro consentimiento ni el suyo, porque además no disponía del DNI, la llevaron a una residencia de Garrapinillos, donde la admitieron. Nos negamos a ellos y denunciamos la solución por urgencia», según cuenta.

Si ya de por sí la situación es «insostenible», el último intento de su familiar de lanzarse por el balcón acabó con la paciencia de esta familia. «La volvieron a ingresar y cuando ya le iban a dar el alta de nuevo dijimos que no, que esto tenía que parar porque es un globo que se va hinchando hasta que explota», indica.

Tras una reunión con la trabajadora social, les comunicaron que iban a tramitar su traslado al pabellón de Psiquiatría del Parque Delicias. «Pero mínimo son dos años, hay mucha lista de espera, y estamos en una situación límite que requiere ya de una solución y, sobre todo, necesita de un tratamiento», apunta.

La TLP es «muy parecida» a la bipolaridad. «Son personas que hoy están bien y mañana cambian; se autolesionan y tienen unos cambios constantes de humor», dice este aragonés, quien señala que su familiar «no atiende a razones» pese a que le hacen ver que tiene un entorno equilibrado. «Vivimos casi puerta con puerta, estamos con ella, tiene su casa, pero aun así ella tiene el problema dentro», dice. «Y creo que estamos ante una situación grave y necesitamos ayuda a corto plazo. Antes de que haya una desgracia», sentencia.