Muchos son los actos y los fastos que les esperan a Juan Alberto Belloch y sus ediles en estas Fiestas del Pilar. Especialmente, llegarán al día 12, ya medio exhaustos, y, vestidos con traje con banda e insignia de concejal, saldrán a la puerta principal del ayuntamiento para recorrer solemnemente la plaza del Pilar, encabezados por el alcalde y los dos primeros tenientes de alcalde. Hecha la ofrenda de flores, entrará la corporación a la basílica del Pilar para asistir a una Solemne Misa Pontifical, a cuyo término volverá a salir a la plaza para (primero, el arzobispo; Belloch, después; finalmente, el resto de la corporación municipal, hacer una segunda ofrenda de flores. Vuélvese después a entrar a la basílica para que el alcalde se despida del arzobispo en la puerta de la sacristía (no queda claro si, en el ínterin, no descasarán pies y callos, recalentados con tanto ir y venir, con un ceremonial vino español, tal como acontece en otras fechas similares).

Regresan después los ediles al ayuntamiento, aunque por poco tiempo, pues al día siguiente, 13, con traje oscuro, pero sin banda de concejal, pues solo la lleva el alcalde, vuelven a ir a la basílica, para la Ofrenda de Frutos. Para colmo, según el Reglamento de protocolo municipal, por la tarde les toca asistir a la procesión del Rosario de Cristal.

Es posible que algún que otro concejal, aprovechando tanta visita a la basílica, haya puesto alguna vela para pedir que el ayuntamiento zaragozano siga siendo uniconfesional, y no pluriconfesional, pues en tal caso les tocaría, por ejemplo, asistir institucionalmente a las fiestas del Ramadán o del Yom Kipur. A fin de paliar en lo que cabe la esquizofrenia galopante en que están sumidos los ediles zaragozanos, algunos de ellos quieren pedir la derogación del artículo 16.3 de nuestra Constitución, que declara la aconfesionalidad del Estado.

Y es que se piensa como se vive, en lugar de vivir como se piensa.

Profesor de Filosofía