Todo empezó en el 2010. En realidad, lo hizo casi 30 años antes, cuando Vicente sufrió un accidente de montaña que le dañó seriamente la rodilla y que obligó a su reparación mediante dos clavos. Hace más de tres años, los problemas reaparecieron a través de dolores severos. "Apenas tenía cartílago y el choque entre los huesos me hacía ver las estrellas", recuerda. Tras un primer examen en la federación de Montaña, que le remitió a la Seguridad Social, Vicente comenzó entonces un vía crucis a la espera de una prótesis que nunca llega.

Pasé por el médico de cabecera, luego al ambulatorio y de ahí a la unidad de rodilla. "Este proceso dura meses y el dolor es cada vez más intenso, lo que me obliga a coger la baja laboral en enero del 2011. Apenas podía andar", recuerda Vicente, que trabajaba en una sala de control pero "en continuo movimiento de subidas y bajadas". Tras otra espera, la unidad determina la necesidad de realizar una artroscopia "para ver qué se puede hacer". Previamente, una resonancia ya había insistido en la necesidad de aplicar una prótesis. "Pero querían apurar opciones y optaron por provocar un sangrado para ver si el cartílago se revitalizaba, pero ya mientras me hacían la artroscopia yo escuchaba que esa rodilla era propia de un hombre de 70 años y que no había nada de cartílago, por lo que se imponía la prótesis", añade Vicente.

Era agosto del 2011 y, tras 40 días sin poder apoyar el pie y en silla de ruedas, el dolor no remitía. Ni un tratamiento con ácido conseguía mitigarlo. La prótesis ya era la única salida y Vicente entró en lista de espera para una intervención previa en la que se le iban a quitar los tornillos, pero la operación no se produjo hasta abrir del 2012 y, además, dejó tocado el ligamento lateral interno de su rodilla derecha, lo que le obligó a pasar por rehabilitación "que me tuve que buscar yo", dice.

Por fin, en agosto de ese mismo año, Vicente queda inscrito en lista de espera. Pero, desde entonces, nada. Sus constantes llamadas a Atención al Paciente y a los propios profesionales se topan con un muro. "Me dicen que no pueden hacer nada, que hay mucha demanda y pocos huecos. En la unidad de rodilla me aseguran que han pasado de hacer más de 800 prótesis anuales a menos de 300 por los dichosos recortes. Entre las urgencias y las que tienen que recolocar, no pueden acudir a lista de espera", indica.

La última esperanza

Mientras mira a su inseparable muleta --"hace tres años que la llevo y sin ella me muero"--, Vicente asiste con escepticismo a la última llamada realizada desde Atención al Paciente del hospital Miguel Servet. "Me han mandado hacer, otra vez, el preoperatorio, pero nada de fechas concretas". Un par de meses antes, una carta firmada por el gerente del sector y por la sección de lista de espera, le reconocía su larga espera, pero exponía que "se le comunicará el día señalado cuando sea posible".

El inminente inicio de un nuevo plan de choque no le hace albergar demasiadas esperanzas. Y exige ser intervenido en el Servet. "La unidad de rodilla pone cientos de prótesis al año. ¿Cuántas ponen las privadas?", cuestiona mientras reconoce su "frustración" por la larga demora acumulada. "Llevo sin trabajar tres años, voy al gimnasio por las mañanas para trabajar el músculo, apenas ando porque me agoto y me puede la ansiedad porque todo esto es un palo muy duro. No sé cuánto durará la prótesis, pero no puedo más".