La exposición fotográfica "El alma del Gótico Mediterráneo" demuestra que los antiguos territorios de la Corona de Aragón compartieron mucho más que instituciones políticas y evoca un pasado de culturas unidas en torno a este mar generando arte y belleza.

La muestra, que llega hoy al Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, tras pasar por varias ciudades, está compuesta por 44 fotografías de algunos de los vestigios arquitectónicos más importantes de esta etapa histórica en puntos clave como Zaragoza, Palermo, Valencia, Palma de Mallorca, Tarazona, Poblet, Perpiñán, Nápoles o Alguer.

Es resultado de un proyecto de investigación en el que han colaborado diversas instituciones, como universidades de los antiguos reinos de la Corona de Aragón, el propio Gobierno aragonés, la Asamblea Regional de Sicilia o la embajada de España en Italia.

La presidenta de las Cortes, Violeta Barba, ha reivindicado el "alma común" con la que se trabajaba en los distintos reinos que componían una Corona que era un "proyecto aglutinador" de distintos pueblos a través del Mediterráneo, así como una "brillante" etapa de la historia.

Un pasado, ha continuado, que es un "compromiso que nos une en el presente, que da claves para entender el presente y al que hay que mirar atrás no para "añorar", sino para "escribir más páginas compartidas de nuestra historia".

El director general de Cultura del Gobierno de Aragón, Nacho Escuín, ha alabado la labor de investigación en torno a este proyecto, impulsada por dos profesores de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza (EINA), y ha anunciado que el nuevo trabajo del mismo equipo, previsto para 2019, también contará con su patrocinio.

Uno de estos dos profesores y comisarios de la exposición, Luis Agustín, ha indicado que la muestra es resultado de un proyecto de investigación de cuatro años, que se prolongará durante otros dos más.

Ha relatado que el trabajo ha sido "complejo", ya que existía escasa documentación que relacionara estas obras arquitectónicas diseminadas por los distintos territorios que componían la Corona de Aragón, pese a que tienen muchas cosas en común, como demuestra la exposición.

También ha servido para que la EINA haya suscrito convenios de colaboración con las universidades italianas de Palermo, Catania, Salerno, Bari o Reggio di Calabria, así como para que ya haya en marcha tres tesis doctorales relativas a este periodo histórico, que abarca desde las Vísperas Sicilianas, que sustituyeron el dominio francés en la isla por el aragonés, y la llegada de Carlos I, cuando estos territorios pasan a integrarse en el Reino de España.

Su compañero Aurelio Vallespín ha contado varias anécdotas significativas que prueban esa alma común entre diversos pueblos mediterráneos, como el matrimonio en segundas nupcias de Constanza II de Aragón con Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que por entonces tenía su capital en Palermo.

A su llegada a Sicilia, la monarca aragonesa quedó enamorada de la capilla palatina de Palermo y la mandó reproducir en el Monasterio de Santa María de Sijena, en Villanueva de Sijena (Huesca).

Asimismo, la importancia de la prefabricación en el gótico, en contraste con el románico, propició que las piedras de las canteras de Girona se utilizaran para levantar monumentos en distintos puntos del Mediterráneo, con lo que se produjo una estandarización de elementos en todo este área.

Vallespín ha destacado también una de las fotografías, que reproduce una plaza en la ciudad italiana de Messina, frente a su catedral, en la que imitando a la Piazza Navonna romana, sustituye los cuatro ríos de la antigüedad por cuatro ríos que confluyen en el Mediterráneo: el Nilo, el Tíber, el Ebro y el pequeño riachuelo de la ciudad.