Santiago Mainar Sauras lleva 1.023 días preso. Hace 23 más --1.046-- que el alcalde de Fago, Miguel Grima, perdió la vida en una emboscada en la que un asesino le reventó el corazón de un cartuchazo. El primero se enfrenta en la Audiencia Provincial de Huesca, desde hace seis días, a un juicio en el que el fiscal, la familia de la víctima y el PP, el partido por el que el edil se presentaba a unas elecciones que ganaba de calle, piden para él una condena de 7.670 jornadas entre rejas con la que, de serle impuesta, no tardaría menos de 4.090 en poder acceder al tercer grado y otros 639 en optar a la condicional. Sin embargo, lo esencial del crimen de Fago no es una cuestión de días sino de horas: las que discurrieron entre el momento de la tarde del 12 de enero del 2007 en el que el homicida comenzó a preparar la celada y el instante de la madrugada del día 13 --o la mañana del 14, quién sabe-- en el que, tras perpetrar el asesinato, ya se habían deshecho pruebas como el arma y ocultado el coche de la víctima.

Pocas horas y muchas incógnitas. Cantidad. ¿Fue Mainar el asesino? ¿Hubo un solo homicida o más de uno? ¿Y cómplices? ¿Y encubridores? El fiscal jefe de Huesca, Felipe Zazurca, y los letrados de la defensa --Marcos García Montes-- y las acusaciones --Enrique Trebolle por la familia de la víctima y José María Viladés por el PP-- llevan una semana interrogando a testigos y peritos para desentrañar la primera pregunta. Algunos testimonios de las primeras jornadas abonan la tesis de la participación de varias personas en el crimen, idea que ya sostenían, aunque con una obvia diferencia sobre la posible relación del acusado con los hechos, tanto Montes como Viladés desde el cierre de la instrucción.

Cómplices

El comandante Villalón, el oficial de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que dirigió las investigaciones --entonces como capitán--, sostuvo en el juicio que diferentes pruebas dan verosimilitud a la declaración autoinculpatoria que Mainar efectuó tras su detención, y en la que asumió en exclusiva la autoría del crimen y ofreció detalles que solo podía conocer alguien presente en el asesinato. Sin embargo, el oficial reconoció que en la primera fase de la investigación su equipo consideraba "presumible" la participación de varias personas tanto en la preparación de la emboscada como en su ejecución.

Adolfo Navarro, antecesor de Grima en la alcaldía de Fago, incidió, con espontaneidad, en esa tesis en su comparecencia del martes: "alguien tuvo que avisar para que lo esperaran". Sugería que la mano asesina tuvo cómplices.

Tanto el médico vasco Iñaki Bidegain, el turista que momentos después de la emboscada pasó por allí con su coche, como su esposa y compañera de viaje, Elena Cáncer, apuntaron a un crimen con más de un autor. Aunque no fue por ellos. Ambos recordaron que la niña que tenían en régimen de acogida, y que iba en su todoterreno, vio a dos personas en la escena del crimen. Discrepan sobre el lugar en el que los sitúa la chica, la cual, no obstante, indicó en una reconstrucción de los hechos que no había visto a nadie y aseguró que sus padres no la habían aleccionado.

Iñaki solo vio a un tipo, al que hizo caso inmediatamente --contó-- cuando le dijo que siguiera su camino. No le sonó su cara, aunque se la vio con claridad, dijo. Tanto como para atribuirle rasgos --redondeada-- y facciones cortantes en cuestión de minutos, algo que no deja de resultar sorprendente aunque se trate de un testigo que antes de que hubieran pasado 48 horas del crimen aseguraba a la Guardia Civil que no llegó a volverse para mirar al misterioso hombre que venía con una linterna en la cabeza desde el coche del alcalde. La jueza instructora piensa que no pudo ver a nadie si realmente se había movido de la forma que explicó en la reconstrucción.

El propio testimonio del vasco hizo patente que la información sobre la desaparición de Grima circuló a una velocidad de vértigo. Al menos entre determinadas personas: la que le dio a él la novedad de que el alcalde no estaba, y a la que no identificó, se lo contó a las diez de la mañana, cuando faltaba casi una hora y media para que la viuda, Celia Estalrich, denunciara los hechos ante la Guardia Civil de Ansó y antes de que se enteraran la mayoría de los partidarios del alcalde --entre los que no se encuentra Bidegain--.

Aunque, ¿quién sabe? Varios agentes del Seprona, entre otros testigos, sitúan al vasco en la plaza de Fago avanzada la mañana, cuando ya era patente en el pueblo el revuelo por la desaparición del alcalde, cuyo coche había visto la noche anterior en una situación que le "sorprendió". Con todo, y según sus propias palabras, el doctor siguió con sus planes: cogió su todoterreno y se fue a pasar el día por el monte con su mujer y su niña. Sin preguntar ni contar nada a la Guardia Civil.