Benjamín C. S., siguiendo su «instinto depredador» de carácter pedófilo, inició en el 2015 una intensa actividad de captación de imágenes sexuales de decenas de menores por internet, a los que conocía a través de plataformas de videojuegos o redes sociales, y que le reportó más de 5.000 fotografías y cerca de 150 vídeos.

Una actividad por la que el lunes se sentará en el banquillo de la Audiencia Provincial de Zaragoza, cuya Sección Sexta le juzgará durante tres días en una vista en la que afronta una petición fiscal de 276 años de cárcel, dada la cantidad y variedad de delitos que presuntamente cometió este gaditano de 31 años.

Concretamente, le imputan 34 delitos continuados de captación de menores de 16 años y elaboración de pornografía infantil; otros tres de estos en grado de tentativa; otro de acoso sexual a menores (grooming); otro de descubrimiento de secretos; otro de distribución y tenencia de pornografía infantil; cuatro de amenazas agravadas y otros tantos de acoso obsesivo a menores (stalking). Como máximo cumpliría 21, el triple de la mayor condena pedida, de 7 años.

Su actividad (más bien su última oleada, ya que contaba con antecedentes policiales) se descubrió a raíz de la denuncia de la familia de un joven zaragozano, al que llegó a intentar visitar para mantener un encuentro sexual, aunque afortunadamente le encontró de vacaciones.

VISITA / Le envió una fotografía de su casa, para demostrarle que estuvo allí, y el joven le contó a sus padres el acoso. La madre llegó a hablar con él para advertirle de que dejara en paz a su hijo, pero eso no le arredró para intentar volver a contactar con el menor, con otra identidad.

Benjamín C. S., presuntamente, utilizaba dos de estas para contactar con los menores: una de un joven nórdico, Vika, con la que era usuario de juegos por internet, en la Play Station 3, a través de los cuales contactaba con adolescentes y les derivaba a otras redes sociales como Instagram o Facebook. En ellas pedía a los chicos imágenes sexuales a cambio de recompensas en los juegos o dinero para pagarlos. En ocasiones les amenazaba con difundirlas, o con piratearles las cuentas, para que no dejaran de enviarle imágenes sexuales. También creó un grupo de WhatsApp, con hasta 87 usuarios, en el que entre conversaciones de videojuegos iba colando contenido pornográfico.

En su otra variante, se hacía pasar por una joven, Sara, con material pedófilo previamente conseguido, para pedir intercambios de fotos o vídeos a los jóvenes.

El Grupo de Delitos Tecnológicos de Zaragoza investigó el caso hasta llegar a localizar y registrar su casa en la localidad gaditana de Puerto Real, donde hallaron abundantes vídeos e imágenes, muchos borrados. De su análisis concluyeron que había contactado y logrado material de «otros muchos» menores, en España y en el extranjero, pero solo han podido acreditar 37.