La estación invernal de Formigal celebra hoy los cincuenta años de una historia que mezcla nieve y esquí con el tesón y tozudez de unos vecinos y de unos aficionados a los deportes de invierno por abrir unas instalaciones de referencia en el Pirineo aragonés.

De esta historia sabe mucho Federico Laguna, un zaragozano que a principios de los años 60 se unió a un grupo de amigos y a los vecinos de la localidad pirenaica de Sallent de Gállego para poner en marcha un proyecto que recogía las ilusiones y esperanzas de unos y otros.

Formigal es ahora, con más de 140 kilómetros esquiables, uno de los emblemas del grupo aragonés de la nieve, Aramón, pero en el año 1964, al abrir por primera vez sus puertas, ofrecía a los pocos aficionados que emprendían la odisea de llegar en coche hasta la zona poco más de dos kilómetros de nieve sobre una ladera.

Laguna recuerda, en declaraciones a Efe, al grupo de aficionados zaragozanos que se sumaron al proyecto, entre ellos Ramón Sainz de Varanda, José Joaquín Sancho Dronda o Ignacio Bosqued, pero señala al tiempo que los vecinos de Sallent llevaban muchos años "con la idea de hacer una estación invernal".

La ilusión de los vecinos de Sallent y la capacidad emprendedora de los aficionados de Zaragoza propiciaron el milagro, en una España en la que, en opinión de Laguna, había "pocos medios" para una iniciativa de estas características.

La vinculación de Sallent de Gállego con el esquí se remonta al año 1914, cuando un abad francés de paso que recibió hospitalidad en la población regaló unos extraños artilugios de madera para deslizarse sobre la nieve al joven vecino Antonio Fanlo.

El carpintero del pueblo copió el modelo y fabricó poco tiempo después más esquís para los habitantes de Sallent que, según Laguna, fueron de los primeros en España en practicar el deporte blanco y, después de la Guerra Civil, alcanzar los primeros puestos en las modalidades de alpino y nórdico.

Corría el año 1964 cuando los vecinos de Sallent de Gállego y el grupo de amigos suscribieron acciones a 5.000 pesetas (30 euros) para reunir los 6 millones de pesetas (36.000 euros) que costó el telesilla de El Furco, la primera infraestructura de la estación.

Todos, "incluso el cura", colaboraron en la medida de sus posibilidades para poner en marcha un proyecto cuyo inicio fue "una obra de romanos, porque se hizo todo a mano", destaca Laguna.

Unos inicios difíciles que obligaron a los vecinos a empuñar palas todos los viernes para despejar la carretera de acceso a la estación, ya que sólo había entonces un único camión cuña para todo el valle de Tena que nunca llegaba hasta Sallent.

Luego llegaron las máquinas quitanieves, y a mediados de los años 70 del pasado siglo la estación empezó a tener el perfil paisajístico por el que se la reconoce.

A la primera telesilla se le sumaron otros servicios, entre ellos una telecabina pionera en su época que comenzó a dar relevancia a la estación fuera de Aragón.

En 1997, la estación se amplió hacia el valle de Anayet, y a partir de 2004 las instalaciones se vieron inmersas en un proceso de modernización y expansión hacia el Portalet que han convertido a Formigal en uno de los centros de esquí más importantes del país.

Federico Laguna, que a sus 77 años sigue practicando el esquí tanto en el Pirineo como en los Alpes, prefiere, sin embargo, no oír nada de las nuevas ampliaciones que proyecta Aramón para Formigal y considera que antes de emprender este tipo de iniciativas es necesario aprovechar el tren de Canfranc como forma de atraer esquiadores.

"No hay derecho -subraya- que no se haga uso de una infraestructura como la del ferrocarril de Canfranc por lo menos hasta Jaca, y no hay derecho que la línea no tenga ancho europeo ni esté electrificada para que puedan llegar hasta ahí los esquiadores".

Por su parte, el director de Formigal, Antonio Gericó, considera que la estación ha conseguido convertirse, tras los esfuerzos realizados para mejorar, modernizar y ampliar sus instalaciones, en un centro de referencia para los aficionados al esquí de todo el país.

Aunque cada vez llegan a la estación más esquiadores de Francia, Portugal y de otros países, Gericó, consciente de los logros conseguidos para alcanzar la actuales dimensiones de la instalación, admite que uno de los retos a afrontar es conseguir una mayor internacionalización.

En la cartera queda pendiente un ambicioso proyecto de unión de las estaciones próximas de Candanchú y Astún sobre el que no hay unanimidad, pero que en opinión de sus defensores haría saltar a todo el conjunto a un nivel superior.