Tras cinco años de trabajo y cuatro campañas arqueológicas los familares de las hermanas Malón Pueyo, asesinadas por los falangistas en agosto 1936 en un paraje de Longás, recibirán los restos de una de ellas. «Estamos ante uno de los crímenes más simbólicos de todos los que tuvieron lugar en la comarca de las Cinco Villas», reconoce el arqueólogo y miembro de la asociación para la recuperación de la memoria histórica Charata, Javier Ruiz.

La agrupación lleva desde el 2013 detrás de la historia de Rosario (23 años) y Lourdes (18), fusiladas en lo alto de la sierra de Santo Domingo. Estaban refugiadas en una cueva cercana en compañía de sus familiares y otros vecinos de Uncastillo tras haber escapado de la localidad tras su toma por los falangistas. En el Registro Civil estas muertes figuran como «a consecuencia de la guerra», uno de los muchos eufemismos que se usaban para ocultar las batidas indiscriminadas.

Las primeras catas arqueológicas se realizadon en junio del 2014, momento en el que contactaron con los familiares para abordar la posible exhumación de los restos. En este tiempo las ayudas públicas para financiar los trabajos de campo han escaseado. Las donaciones voluntarias de familiares y particulares permitieron realizar las primeras pruebas genéticas de los restos encontrados, que no se correspondieron con los cuerpos de las hermanas. El mayor apoyo institucional llegó de la DPZ y del propio ayuntamiento para financiar las pruebas genéticas.

En las campañas del año pasado se determinó (entre ocho posibilidades) punto de enterramiento de una de las víctimas, ya que los testimonios orales indican que están en fosas separadas, puesto que Lourdes fue rematada cuando intentaba huir malherida.

Homenaje público

En el último mes han recibido la confirmación de que el esqueleto exhumado corresponde a una de las hermanas. Cuando finalmente se consiga determinar su edad se entregarán los restos a sus familiares y se realizará el correspondiente homenaje público debido al carácter emblemático de las víctimas. «Los huesos estaban realmente en muy mal estado», reconoce Ruiz, pues el enterramiento solo estaba cubierto por una tabla de madera y unas piedras.

El responsable de Charata reconoció lo complejo que ha sido todo el proceso, pero siguen sin desanimarse. En los próximos meses continuarán las tareas para localizar el segundo cuerpo y ya anuncian su intención de recuperar a tres jóvenes que fueron sepultados en el cementerio de Sádaba. «Sabemos que es complicado, pero siempre se pueden hacer cosas», señala.