La victoria de Emmanuel Macron y de su partido En Marcha en la turbulenta Francia de la post-modernidad hace concebir nuevas esperanzas en el futuro de Europa y sus democracias occidentales, asediadas por el paro, la corrupción y movimientos radicales como el parafascismo de Le Pen y de su Frente Nacional.

Macron, una especie de Adolfo Suárez a la francesa, capaz de inventarse un destino político de la noche a la mañana y de concitar en torno a sus ilusiones y propuestas, análisis y esperanzas, amplias mayorías procedentes de los sectores moderados de izquierda y derecha, abarcando un centrismo de amplio espectro compuesto por socialdemócratas, democristianos, liberales y progresistas, y bien visto, como mal menor, por socialistas y republicanos, está llamado a sostener el sistema durante los próximos años.

Para ello, tendrá que lidiar con un gobierno, el que pueda formar, de cohabitación, lo que generará lógicas tensiones, y con una oposición, la del Frente Nacional, que intentará lavarse la cara fingiendo acercamientos a las clases trabajadores, a los desheredados y desfavorecidos de la República, con vistas a extenderse hacia ese céntrico espacio electoral que en Francia, como en España, suele dar la victoria.

No obstante, Macron puede confiar en los elementos positivos derivados de su rotunda e incontestable victoria electoral, de esos casi 30 puntos de diferencia sobre su rival, en términos estadísticos una verdadera paliza. Sabe, siente que los franceses han depositado su confianza en él y eso le dará seguridad a la hora de comenzar a tomar decisiones importantes.

Tiene experiencia, por otro, lado, un factor que le ha beneficiado en la campaña. El hecho de haber sido ministro con Hollande, y de Economía, ha nimbado su figura de un aura de experiencia y eficacia que no le habría iluminado de haber solamente militado en las filas de la banca privada.

Habrá que observarle, y criticarle, pero, hoy por hoy, Macron ha devuelto la estabilidad y la tranquilidad a un continente agitado por los seísmos de la indignación y el desencanto.

Ojalá acierte a liderar su gran país y lo que de Europa le toque con los argumentos que nos han hecho más solidarios y justos, más ricos en valores e ideas, defensores de la democracia como el único sistema político que cree en la persona.