La operación que permitió desmantelar la banda de narcotraficantes presuntamente liderada por Lars Sepúlveda, el expolicía corrupto que robó 150 kilos de droga de la Jefatura de Policía de Sevilla en la que trabajaba, contó con la intervención de dos agentes de la Guardia Civil infiltrados. Dos topos que, haciéndose pasar por grandes compradores de droga, facilitaron el desenlace de la operación Acorazado, que por ahora cuenta con nueve investigados.

Así lo ponen de manifiesto las diligencias a las que, una vez levantado el secreto de sumario, ha tenido acceso EL PERIÓDICO. El Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza, que dirige las pesquisas, incorporó recientemente la pieza separada que revela la intervención de estos dos agentes, con nombres clave Zulú y Eco, que actuaron como cebo para la red de narcos. Una práctica autorizada judicialmente pero que algún abogado ya ha comenzado a poner en duda, insinuando que la investigación estaría viciada por haber inducido el delito las propias fuerzas de seguridad.

La operación, como publicó este diario, culminó policialmente en julio del año pasado, con el arresto de ocho personas, entre ellas el citado Lars Sepúlveda. En la misma fue decomisado un kilo de cocaína de elevada pureza, del 75%, valorada en cerca de 99.000 euros. Un botín sustancioso, pero lejos de los 30 kilos de droga tras los que andaban los agentes, y de los que la organización presumía que podían facilitar.

Las pesquisas se iniciaron alrededor de marzo del año pasado, cuando el Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) de la Comandancia de Zaragoza tuvo conocimiento de la posible venta de droga por parte de una zaragozana, Yolanda M. L., en su domicilio de la calle Las Armas de la capital aragonesa. Ante la imposibilidad de una vigilancia directa, por la abundancia de encargados de dar el agua (alertar de la presencia policial), se le pinchó el teléfono.

Con esto y los seguimientos, los investigadores fueron definiendo la estructura zaragozana de la red, supuestamente integrada por el padre de la mujer, Domingo M. A., un amigo suyo (imputado, pero fallecido en octubre por causas naturales) y una amiga suya, Natalia T. L.

PROVEEDORES / Este núcleo zaragozano, según consideran los investigadores, mantenía contactos con redes de grandes traficantes para vender drogas, al tiempo que menudeaban.

Al intervenir los agentes como compradores, acabaron por contactar con antiguos contactos de Natalia T. L., que visitaron simulando asistir a la fiesta del orgullo gay. Acabaron por poner en contacto a los infiltrados con algunos de los miembros de la organización, que ya apuntaban a que «el jefe» era un policía que robaba droga de comisaría. Sepúlveda no aparecía, y de hecho en la investigación se señalan sus múltiples medidas de seguridad, como un teléfono móvil con encriptación por huellas dactilares o el uso de vehículos de otros.

Finalmente, los compradores concertaron una cita en un hotel madrileño, con la banda liderada por Sepúlveda e integrada, presuntamente, por su compinche Hobed Enrique B. P., su lugarteniente Manuel P. P., el negociador David A. A. -y su pareja, Cristina S. R.-, el contacto Óscar Luis P. J. y un intermediario con múltiples tareas, Pablo H. C.

Durante la operación, redujeron los 30 kilos a uno, porque el jefe temía un vuelco (robo de droga). Y a él se redujo el decomiso tras las detenciones, porque en el local donde guardaban la droga, una antigua sidrería madrileña, los agentes no encontraron más cantidad de cocaína.