Un grupo de expertos de la Fundación Nueva Cultura del Agua y de la Universidad de Barcelona se reunieron ayer en Zaragoza para poner a punto nuevas herramientas que ayuden a planificar de forma sistemática las reservas fluviales de España, entre ellas las 25 existentes en la cuenca del Ebro, 15 de ellas en Aragón. El objetivo es contribuir a mejorar los espacios protegidos existentes, y también a modificarlos o ampliarlos, utilizando criterios tanto científicos como sociales.

"La idea es elaborar una propuesta de mapa del Ebro que diga qué tramos deberían ser declarados reserva fluvial utilizando criterios científicos, como el número de especies que contienen, y sociales, como los situados en zonas de baño tradicional, pese a que no sean interesantes desde un punto de vista biológico", señaló Nuria Bonada, de la Universidad de Barcelona.

Las reservas fluviales son una nueva figura de protección, incorporada a los planes hidrológicos, que busca preservar tramos de los ríos por su valor ecológico, social e incluso cultural, como ocurre con los puntos atravesados por puentes medievales.

"Se trata de preservar los tramos propuestos", subrayó Bonada. "Ya existe una propuesta hecha sobre un conjunto establecido y aceptado de reservas fluviales, y nuestra aportación complementa la lista inicial del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente", añadió.

Las reservas fluviales tienen como objetivo preservar aquellos tramos de ríos con escasa o nula intervención humana y en muy buen estado ecológico. "Se trata de conservar aquellas zonas que se mantienen intactas, igual que hace miles de años, algo que por lo general solo ocurre en las cabeceras de los ríos", explicó ayer Mariano Mérida, de Voluntarríos. "Los cursos fluviales están muy castigados por los usos agrícolas, industriales, hidroeléctricos y de abastecimiento", explicó, "de ahí que haya que centrarse en los tramos puros, que en el caso de Aragón son muchos más que los amparados hasta el momento".