Se acercan las elecciones y los nervios están a flor de piel en el Ayuntamiento de Zaragoza. El pleno de ayer sirvió para escenificar esa especie de guerra fría en la que vive el consistorio desde hace semanas. Solo en este aparente mundo al revés se puede explicar cómo el candidato del PSOE, Carlos Pérez Anadón, omnipresente en ruedas de prensa y en actos, no intervino en todo el debate salvo, obligado por ser responsable del área, en el rifirrafe entre PP e IU por el polémico concierto de las juventudes comunistas en el instituto Luis Buñuel del pasado fin de semana. O que la aprobación del principal documento político de un municipio, su presupuesto, se ventilara sin apenas aspavientos.

Solo este clima de estar a otra cosa explica por qué PSOE, CHA e IU hicieron que su moción conjunta para escenificar su rechazo a la LOMCE del PP decayera porque tres de sus concejales --los socialistas Fernando Gimeno y Lola Ranera, y el nacionalista Juan Martín-- estaban picando algo en la sala contigua al ring municipal. "Vaya triunfo más miserable", le dijo el alcalde, Juan Alberto Belloch, a los conservadores, cuyo líder, Eloy Suárez, le exigió que retirara sus palabras. "Bajo ningún concepto", replicó, molesto por la falta de cortesía.

Aunque requería más atención por su parte. Por ser conjunta y porque quedó ridículo que decayera tras tildar a la ley del ministro Wert de sexista, nefasta, autoritaria, barbaridad, retrógrada... Total para quedarse en minoría siendo mayoría en Zaragoza. Y, por si fuera poco, la izquierda se puso el traje de tripartito para rescatar la moción y travestirla de transaccional en la siguiente, que hablaba de las subvenciones al transporte. Así fue cómo pasaron la reválida.

También se escenificó el empeño del PP por detectar el supuesto nerviosismo de Pablo Muñoz, el único de sus concejales que aspira a continuar y en ese convulso escenario que representa Ganemos.

Cualquier cosa pinta a electoral. Salvo pequeños triunfos para la ciudadanía que salieron por unanimidad, como el plan antiincendios que pedía el PP para las personas mayores, o la petición a la DGA de que se utilice el viejo centro de San Felipe en el Rabal para aliviar la saturación de institutos próximos.