Con la paciencia de unas 7.000 personas haciendo auténticos equilibrios para no estallar, más de dos horas después de que abandonara el escenario el telonero Sebastian Bach, pasadas las 11.30 de la noche, saltó al escenario entre una auténtica traca de fuegos artificiales Axl Rose. Enfundado en una chaqueta plateada, con sobrero y lleno de collares, poco tardó en acallar los escasos abucheos que escuchó por su tardanza y enseguida logró hacer gritar, chillar y vibrar a un público totalmente entregado a quien ha sido uno de los grandes nombres del rock internacional.

Y es que los nuevos Guns and Roses volvieron a repetir ayer los mismos clichés ya legendarios de su trayectoria, desde la impuntualidad a las canciones que los hicieron famosos. Tanto que el público ya sabía a lo que venía, y seguidores como David Vampiro, que explicaba que los había visto hacía dos años en Madrid, comentaba antes del concierto que "habrá que tener paciencia y esperar que no sean tan impuntuales como acostumbran". No tuvo suerte David en esto, aunque pudo resarcirse en otros aspectos ya a los pocos minutos de salir los músicos al escenario, tras Chinese Democracy, la canción de da título al último disco de la banda y que abrió el concierto, Axl se lió a entonar uno de los himnos del grupo Welcome To The Jungle. Luego vendrían It´s So Easy, Mr. Brownstone, Sorry, en fin, una incardinación de temas del disco nuevo con sus clásicos de siempre.

La verdad es que el comportamiento del público fue excelente al armarse de paciencia pues para muchos de ellos la espera fue eterna. Durante toda la tarde, las puertas se abrieron a las 18.30, un goteo incesante de personas pasó por las puertas del pabellón.

El público, en su mayoría masculino, pasaba la treintena, aunque también había representación de las nuevas generaciones de quinceañeros. Los jóvenes de los 80 tomaron las calles para ver sobre el escenario lo que queda de la mítica banda de rock. Los tatuajes, pantalones rotos, tachuelas y largas melenas quedaron en el armario. Nada que ver con las primeras giras.

Ramón Madrid, de 35 años, comentó que le sorprendió mucho que el grupo actuara en Zaragoza: "Estoy como si tuviera quince años de nuevo, esta noche no podía dormir de los nervios". Su compañero, Jorge Sevillano, explicó que "hay que venir con la mente muy abierta y saber que no vas a poder ver a la banda real, que solo quedan la voz y las canciones. Incluso algunos, como María José, de Valencia, creía que todavía tocaba Slash en la banda: "Ah, que ya no...me conformaré con poder escuchar a Axl". Si es que el que no se consuela...