Agarganta descubierta, sin su característico foulard, María Victoria Pinilla aprovechó ayer su turno de última palabra en el juicio por la operación Molinos para reiterar su inocencia de todos los cargos que le imputan. O al menos, su buena fe en las dos décadas en las que ejerció como alcaldesa de La Muela: "Yo siempre he querido hacer las cosas legalmente y estoy convencida de que así ha sido. Otra cosa es que hayan podido cometerse algunos errores, pero no delitos. No tipificados en el Código Penal".

La exalcaldesa cerró con su discurso el turno de última palabra de los 36 acusados que quedan en el proceso, un trámite con muchos agradecimientos al tribunal. Algunos aparentemente irónicos, al dar las gracias por la "rapidez" del proceso.

Pinilla aprovechó para resumir lo que no pudo decir por negarse a declarar. Y explicó por primera vez por qué se desdijo a última hora del pacto que había alcanzado su anterior abogado, José Antonio Visús. O al menos su versión de los hechos.

Según expuso, Visús le dijo que había alcanzado un buen acuerdo con la Fiscalía, pero nunca se lo detalló. Pero el 15 de diciembre --la jornada de cuestiones previas del juicio-- "mi intuición y la experiencia política me decían que algo no estaba funcionando". Allí supo que suponía aceptar más de 7 años de cárcel, sin liberar de culpa a sus hijos y sin salvar su patrimonio. Pero sobre todo suponía "mentir y arrastrar con falsedades a otros acusados inocentes", dijo.

Ante esto, expuso, renunció al trato y a su letrado, y por ello no se sentía representada y no quería testificar. Pensaba, al parecer, que podría hacerlo luego, con un nuevo abogado que resultó ser Santiago Palazón. "No culpabilizo a este tribunal, sino a la falta de información que tenía sobre los principios básicos de un juicio", justificó.

La exalcaldesa aprovechó el resto de sus palabras para explicar su versión exculpatoria, remontándose a su juventud. "La prematura muerte de mi padre nos hizo espabilar", recordó.

En cuanto a su labor como alcaldesa durante 24 años, explicó que todo lo hizo asesorada, creía que bien. Tenía al secretario y al abogado, en economía a la intervención, contaba con arquitectos, técnicos... "y si eso no bastaba, buscábamos gente de fuera".

REGALOS

Entre estos colaboradores, "un buen día, como la vida trae a veces lo inesperado, trajo a don Julián de Miguel, quien consiguió poner en marcha en La Muela lo que siempre llamó 'proyectos estrella': Urcamusa, Centrovía, VPO..." No nombró los más de 2,8 millones en regalos que le dio, pero sí aludió a la aceptación de subvenciones. "Nunca he tenido la consciencia de que esto fuera reprochable, ya que soy la primera que soy muy altruista", expuso.

La Muela prosperó, "y eso molestaba a algunos que tenían otros intereses". Su labor ensombrecía las "aspiraciones" de "los integrantes de un partido político (el PAR) al que me adscribía pero del que no formaba parte".

Expuso así que se ha visto en este trance por "envidia", por temas que ahora ha descubierto que son (presunto) tráfico de influencias. "Yo nunca he vacilado en llamar por teléfono o a la puerta de quien pudiera ayudarme a mejorar cosas en La Muela, y siempre por el interés general", defendió.

Criticó, no tan veladamente, algunos pactos alcanzados. "En La Muela sabemos que cuando sopla el viento muy fuerte hay que remangarse y hacerle frente. Algunos han preferido buscar refugio, sin importarles el daño que pudieran causar a otros".

También tuvo un emotivo recuerdo a su madre, para la que pidió que se liberasen fondos. "Con casi 90 años lleva demasiados inviernos pegada a una placa de butano para calentarse. Me parte el alma que se haya visto envuelta en esto", afirmó.

Ahora se prepara para "la sentencia más importante de mi vida terrenal. Pero en esta ocasión los votantes son ustedes señorías. Y (al no declarar) no he podido hacer campaña electoral", lamentó.