Marcos Peña, presidente del Consejo Económico Social de España (CES), el órgano consultivo del Gobierno central en materia socioeconómica, estuvo ayer en Zaragoza donde presentó el Informe de políticas públicas para combatir la pobreza en España. El documento, que analiza los datos desde el 2008 hasta el 2015, confirma que en esos años se duplicaron las personas que viven en hogares en situación sin empleo o con baja intensidad de trabajo y que un 22% de la población se encontraba en el 2015 en situación de riesgo de pobreza monetaria.

-¿Combatir la pobreza es posible o es una utopía?

-Es posible. Los que tenemos el privilegio de haber nacido en esta parte del mundo hemos combatido la pobreza con bastante éxito. En 1990, el 43 % de la población mundial vivía con menos de 1,25 dólares al día; hoy no llega al 9%.

-¿Cómo definiría la pobreza de hoy en día?

-Ahora ya no es la indigencia, es la desigualdad. Estamos en un mundo obsceno ante unas diferencias que se agudizan cada vez más: en 1960 Estados Unidos era 10 veces más rica que Tanzania, hoy es 60 veces más rica. Eso es un cáncer social, corroe la cohesión. Quien sufre la desigualdad no siente pertenecer a la sociedad, maneja la ira y la indignación. Y eso es un riesgo.

-¿Cuál es el perfil de esas personas?

-Afecta sobre todo a los más débiles, mujeres y niños. Son hogares monoparentales, con acceso deficiente a la educación.

-¿Qué destacaría del informe?

-El documento no es un inventario de la indigencia en España pero destaca que la desigualdad afecta a la cohesión social y por lo tanto a la eficiencia. Acabar con la pobreza y la desigualdad no es un tema compasivo, es un tema que interesa a todos porque el sistema no funciona si esto sigue así.

-Parece que estamos saliendo de la crisis pero algunos informes constatan que los pobres son cada vez más pobres…

-Ese es un tema delicado porque con independencia del desarrollo económico algunas situaciones de pobreza se cronifican. Son pobres que están apartados en su miseria. Si mejoran, persisten en una situación que les permite ir tirando pero caen de nuevo cuando sopla mal viento.

-Entonces, ¿qué tipo de políticas deberían aplicarse para combatir la pobreza?

-Hay que hacer dos cosas. La primera, fundamental, blindar lo que tenemos: las pensiones, la sanidad y la educación. Esto es lo más importante y creo que se puede hacer. Lo segundo es cambiar la gobernanza, consciente de que España es solo un punto y hay que aplicar una política multinivel, en un proceso europeo que mantenga la seña de identidad de la que debemos sentirnos orgullosos. Los europeos somos solo el 7% de la población mundial y gastamos el 50% del gasto social mundial. Todo lo bueno que le ha pasado a la humanidad se ha inventado aquí, en Europa. Vamos a mantenerlo y gobernar bien. Una gobernanza participada con los agentes sociales y económicos. Y vigilante de la cohesión social.

-¿Algunas acciones básicas o concretas?

-El informe no es un recetario de medidas con las que una vez aplicadas se resuelva el problema. No hay nada mágico y es mucho más complejo. Pero para empezar, destacaría el establecimiento de rentas básicas. En los próximos años se va a hablar mucho de ello, aunque no se sepa todavía como se van a estructurar. La renta básica tiene que estar vinculada al trabajo, pues el objetivo de fondo es que la gente pueda trabajar para insertarse en la sociedad. Y debe ser un derecho:se tiene que recibir por el simple hecho de haber nacido y para respetar la dignidad. Aunque habrá que ver de donde se saca el dinero para poder implementarlo.

-¿Cómo está Aragón respecto a otras comunidades autónomas?

-Por encima de la media en sentido positivo. Ha estado casi siempre bien en empleo y mantiene la dispersión. Es una comunidad tranquila y no veo yo que tenga un excesivo riesgo institucional.

-Entonces, ¿las políticas sociales que se están aplicando son efectivas o se podrían mejorar?

-Uno de los problemas que tenemos en el Consejo Económico Social es la evaluación. Hay tres temas que son imprescindibles. Primero la coordinación entre comunidades que no tienen por qué ser subordinadas: no puede haber una política social aplicada en Navarra, otra distinta en Aragón y otra en la provincia de Cádiz. En segundo lugar, tiene que haber una coherencia entre las políticas para que sean similares. Y por último, la transparencia: la información tiene que fluir y luego tenemos que evaluar si ha valido o no, para ver qué política eficaz podemos aplicar. Pero no creo que la política pueda resolver todos los problemas ni hacernos felices. Lo único que puede hacer es aliviar el malestar de la sociedad y favorecer la convivencia.

-Por cierto, tiene usted vínculos familiares con Aragón, ¿verdad?

-Sí, un gran vínculo (sonríe). Con el Aragón verdadero, en el pueblo Oliete, en el Bajo Aragón. Mi padre, mi abuelo, tíos y primos eran de allí y le tengo mucho cariño.