Esta semana, mientras los medios íbamos de cráneo llenando portadas a costa del Tesoro de Sijena, ocurrieron cosas mucho más importantes para el futuro de Aragón, noticias que, sin embargo, hubieron de ceder el lugar de honor al culebrón de esas piezas que las dichosas monjitas vendieron a la Generalitat catalana en los años 80 y 90. Curioso: entonces nadie reparó en el expolio e intentó impedirlo. Es lo que tiene el no saber precisar qué es relevante y qué no en la actualidad presente. Que luego viene el llanto y crujir de dientes... retroactivo, claro.

En realidad, lo más significativo que ha pasado en Aragón estos días es, por un lado, la aprobación de la ley de capitalidad que debería abrir una nueva etapa en las relaciones entre el PSOE, de una parte, y Podemos e IU, de otra, con CHA actuando en la zona intermedia. O tal vez no, porque las izquierdas son así de rebordencas cuando de entenderse se trata. Pero basta con ver la reacción de las derechas (que armaron la de San Quintín en las Cortes) para hacerse a la idea de hasta qué punto les hizo pupa el acuerdo entre Lambán y Santisteve, que tal vez abra la puerta a otros pactos relativos a los presupuestos del Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza para 2018.

Por otra parte, la semana nos trajo uno de los más grandes sobresaltos sufridos nunca desde que Opel instaló su factoría en Figueruelas. Los franceses de PSA, actuales propietarios de la marca, han dinamitado de hecho la negociación del convenio colectivo, proponiendo una rebaja salarial y un incremento de horas trabajadas que ha dejado a la plantilla de la factoría alarmada y estupefacta. Tanto que sus representantes sindicales se levantaron de la mesa de negociación en la mañana del jueves. El diálogo se ha roto.

Como suele ocurrir que las informaciones sobre Figueruelas siempre han de estar trufadas de optimismo, lo que pasa ahora nos resulta incomprensible. Repasemos: a primeros de este mismo año se decía que aquello iba viento en popa, que habría nuevas contrataciones de personal y todo tipo de cosas maravillosas. De la noche a la mañana resultó que Opel estaba arruinadísima y los americanos de GM la vendían a Peugeot-Citroën (PSA). No pasa nada, agregaron presurosas las fuentes oficiales (aragonesas, claro). Tenemos la mejor fábrica de Europa. Vale, pero resulta que esa fábrica pierde dinero en cada coche que sale de la cadena, o al menos eso afirman sus actuales directivos. Hay que reducir costes salariales: trabajar más y ganar menos... Llegados a tal punto, la inquietud nos envuelve. Porque Figueruelas y sus auxiliares siguen siendo, 35 años después de ponerse en marcha, una pieza clave en la estructura económica de Aragón, en su PIB y sus exportanciones.

Todo lo cual relativiza la buena nueva de que Los Bienes están volviendo (que habrá que verlo). Mucho más cuajo tuvo la promesa ¿formal? de que el Gobierno de España está dispuesto a invertir 70 kilates para reabrir el ferrocarril del Canfranc. Ahí sí que me han dado. Como sea verdad (que también está por ver), me dejo crecer la melena.