Espoleados por las encuestas y por el impacto de éstas sobre el Sistema en su conjunto, cientos de zaragozanos y aragoneses acuden a las asambleas de las círculos de Podemos o a las que están organizando las plataformas de Ganemos (un proyecto electoral unitario y de base para las municipales). Hay entusiasmo, hay gente joven, hay ganas de darle la vuelta a la situación. Es la indignación transformada en opción política, en alternativa. Aquellos que ningunearon el quincemayismo, las mareas y en general los movimientos de resistencia a los recortes y la corrupción están de los nervios. Quienes dieron por sentado que la réplica popular perdería gas hasta quedar en nada conforme se acelerase el desprestigio de los sindicatos, el despiste de la izquierda y el cansancio de los manifestantes intentan ahora autoexplicarse la nueva realidad. Sólo les queda un argumento final: éstos, proclaman, (los de Iglesias, los de Ada Colau o los de cualquier líder que pueda surgir en la Tierra Noble y su inmortal capital) arrastran tras de sí una tropa de indocumentados, carecen de criterio, manejan programas imposibles, serán peores como medicina que la propia enfermedad.

A priori, Podemos (marca esencial y nuevo paradigma) es una iniciativa bien pensada y lanzada con un sentido de la oportunidad casi genial. De ahí su éxito. Ha dejado atrás a una Izquierda Unida dubitativa y avejentada. Cuenta con el apoyo (ver la letra pequeña de la encuesta del CIS) de las clases medias urbanas más ilustradas. Pero ahora tiene que convertir todo esto en una propuesta creíble y limpia, impulsada por una organización eficiente y participativa.

Las asambleas de Podemos o Ganemos son todavía un espacio caracterizado por la ingenuidad. Pocos de los asistentes parecen tener una idea clara de cómo funcionan las instituciones. Muchos de ellos creen que la encarnación de la Casta acaba en personajes como Belloch o Suárez. Desconocen la existencia y el perturbador el papel de los grandes constructores-promotores, la intervención de los poderes fácticos, el quién es quién de la relación viciada entre políticos y empresas privadas... Y este conocimiento, por cierto, no se suple con buenas intenciones ni anatemizando el Régimen del 78.

Ante los votantes, las opciones alternativas deberán alinear candidatos bien preparados, ofertas audaces pero factibles, soluciones para una situación desastrosa. Y en este cometido necesitarán a su gente más preparada (cualificada). Habrán de atraerse el apoyo de los técnicos honrados y progresistas del propio sector público. Tendrán que aprender, y aprender rápido. Están movilizando, se supone, a personas y colectivos bien formados, dotados de habilidades e iniciativas. A ver si se les luce.