Leo con gran sorpresa la noticia de que el hospital San Jorge de Huesca contará con una Unidad de Congelaciones y Patología de Montaña "única en España" coordinada por el doctor Manuel Avellanas. Y digo sorpresa, porque ya se presentó desde el hospital Clínico Lozano Blesa este proyecto por escrito al Salud y al Gobierno de Aragón en 2011 y 2012 para que se diera carta de reconocimiento a la Unidad de Medicina de Montaña y Congelados --incluyéndola en su carrera de servicios-- que funcionaba desde la creación del Clínico, coordinada por el doctor José Ramón Morandeira (hasta su muerte en el 2012). Sin embargo, los gestores y/o políticos que debían aprobarla no consideraron "oportuno" hacerlo por motivos que no vienen ahora al caso.

Durante más de 35 años esta unidad atendió --con cargo a la sanidad pública-- a decenas de congelados y expediciones a altas montañas, acumulando una experiencia y un saber que lejos está de las pretensiones de la unidad creada en San Jorge, que parece calcada en muchos aspectos del proyecto presentado en su día desde el Clínico.

Las antiguas clínicas de la Facultad de Medicina de Zaragoza vieron nacer, a finales de los años 60, un grupo especializado en patología de la montaña que jugaría un papel protagonista a nivel mundial. Don Ricardo Lozano Blesa, catedrático de Cirugía de Medicina de Zaragoza entre 1953 y 1976, era, además de un magnífico cirujano y jefe de servicio, un gran aficionado a la montaña. Esta afición le llevó a ser uno de los socios fundadores de Montañeros de Aragón en 1929 para facilitar y propagar el conocimiento y estudio exacto de las montañas aragonesas.

RICARDO SE esforzó por estimular entre sus jóvenes colaboradores la inquietud por la incipiente medicina de montaña. Algo que caló especialmente en el doctor Morandeira, un joven médico y montañero, que asumió la preparación de los aspectos médicos de las primeras salidas organizadas de los aragoneses a montañas extraeuropeas (Atlas-68, Hoggar-70, Taurus-74, Huandoy-77).

Las inquietudes de don Ricardo le llevaron a conseguir, durante su etapa de rector accidental en 1972, la construcción en Zaragoza de un nuevo hospital Clínico de mil camas, en sustitución de las obsoletas clínicas de la facultad. Este hospital, que hoy ostenta merecidamente su nombre, fue inaugurado en 1974 y asumió desde el primer momento las inquietudes ya citadas en medicina de montaña. Así, los miembros de la primera expedición aragonesa al Himalaya (Baruntse-80), fueron examinados contando con los mejores medios de la época en el nuevo Clínico, que asumió también su medicalización sobre el terreno con la participación del doctor Morandeira como médico y alpinista. La expedición fue todo un éxito. Se abrió una nueva vía de ascensión en aquella montaña --arista de los aragoneses-- y se marcó el camino de la importante actividad lograda por los aragoneses en el Himalaya durante las últimas décadas (1981-2011). Desde entonces, el montañismo aragonés ha contado con el apoyo técnico y profesional, así como de material, del Clínico, muy intensificado en las dos últimas décadas en los aspectos preventivos, formativos y asistenciales.

El prestigio acumulado por el Clínico le llevó a ser considerado como hospital de referencia en España, Europa y Sudamérica para el tratamiento de las congelaciones. Los facultativos del equipo multidisciplinar que atendieron a los alpinistas son autores de decenas de publicaciones, destacando sus aportaciones al empleo de la RMN para el control de las alteraciones producidas en el cerebro por la exposición repetida a la hipoxia de la gran altitud, el empleo de la gammagrafía isotópica para el diagnóstico precoz de las congelaciones, o las técnicas de reconstrucción de la mano tras las amputaciones. Además, se ha realizado el estudio y control de más de una veintena de expediciones a las montañas más altas del mundo, como la estancia de Fernando Garrido en el Aconcagua donde batió el récord mundial de permanencia en altura.

Aragón es y ha sido pionero y referente para todas las cuestiones del turismo, rescate y medicina de montaña y la formación de sanitarios en estos aspectos. Cualquier otra comunidad hace años que hubiera dedicado esfuerzos y recursos a difundir esta realidad, mantenerla y mejorarla; pero en esta tierra siempre ha imperado (y cito palabras de José Ramón) el yavalismo (Ya vale, ya, ¿pa qué tanto?) y el pajodelo (no tengo especial interés en este asunto, pero no haré nada por ayudar, es más, le pondré un palico en la rueda "pajodelo"). Y así podemos explicar que cuando la Unidad de Medicina de Montaña era una realidad y gozaba del prestigio y reconocimiento nacional e internacional, los políticos no solo dieron la espalda a su inclusión en el Salud sino que permitieron su extinción en el 2012. Los mismos que ahora apoyan su creación en un centro que tiene escasa trayectoria y experiencia en estos asuntos, permitiéndose decir que "los profesionales del San Jorge ya colaboraban con la unidad anterior". Nada más lejos de la realidad. Ni qué decir tiene que el doctor Morandeira no estaba de acuerdo en que el hospital San Jorge recogiera el testigo de la unidad a la que dedicó buena parte de su vida y esfuerzo. Puestos a empezar de cero, decía, mejor en Jaca o Barbastro.

QUE NO NOS cuenten milongas ni disfracen los hechos. Para atender a los congelados hacen falta un médico con formación y experiencia en patología de montaña, cuidados continuados de enfermería, una gammagrafía ósea y, en caso de necrosis del hueso, un traumatólogo que realice las amputaciones. Para la patología de la altitud hay que tener experiencia en expediciones donde se hayan atendido a muchos pacientes, más cuando esa atención es a distancia.

Este tipo de actuaciones fruto de los amiguismos y afán de protagonismo son lamentables. Más aún, cuando pretenden mostrarse pioneros o innovadores de iniciativas que hace mucho que se han estado prestando en el Clínico, intentando subirse al carro del prestigio alcanzado por otros.