Estos días tenemos sobre la mesa un tema que nos ocupa y nos preocupa porque tiene múltiples facetas, como casi todo en esta vida. Nos referimos al borrador de la orden de tiempos escolares que está en periodo de información pública.

El nombre que se le ha dado desde el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón ya es significativo y se puede entender como una separación, que de hecho lo es, del término jornada continua. Y eso es así porque la intención de esa norma no es precisamente la implantación de ese tipo de jornada, aunque pueda ser una de sus consecuencias.

Un tema que ha sido recurrente desde hace décadas en las discusiones pedagógicas, sobre los cambios de metodologías o la innovación en las aulas, ha sido el de la distribución temporal. Siempre nos hemos quejado, y con razón, de que los horarios establecidos, por norma, encorsetaban en exceso el desarrollo de las tareas asociadas a cualquier proyecto innovador. Pongamos un simple ejemplo. Estamos desarrollando con nuestros alumnos un trabajo sobre un determinado núcleo temático en el que tienen que realizar diferentes tareas de consulta, búsqueda de información, entrevistas, reuniones y redacción de informes hasta llegar a la presentación en público de los resultados obtenidos. En la actualidad, tenemos que sujetarnos, por obligación, a un horario que interrumpe esa actividad a los 40 o 50 minutos de haberla iniciado y altera por completo el ritmo de trabajo. La solución que siempre hemos pedido a nuestras autoridades académicas ha sido que nos permitieran flexibilizar el horario, como ya sucede en otros lugares y ámbitos educativos.

Pues bien. Ésta es la norma que nos puede permitir ese cambio. Una distribución de los tiempos escolares que permita que el centro organice el trabajo de los alumnos con unos tiempos distintos y adaptados a la forma de trabajar que el proyecto de centro quiera establecer. Esa es, a mi juicio, la verdadera esencia y el verdadero beneficio de esta norma.

LOS CENTROS educativos que están llevando a cabo proyectos con formas de trabajo distintas a las tradicionales tienen ahí la vía de adaptación de sus horario a lo que realmente necesitan. Si esa adaptación lleva a que la jornada escolar se concentre en un único tramo, pues perfecto, pero porque sea la distribución más eficiente. De lo que realmente se trata es de que responda a las necesidades.

En algunas conversaciones sobre este tema lo que se observa es que, cuando se habla del proyecto que establecerá esta norma, se está pensando en un proyecto que explique por qué se juntan las horas lectivas en un único bloque. Ese puede ser el error de interpretación de lo que supone realmente la oportunidad de cambio. Es como si estuviéramos viendo venir un tren junto desde delante y no pudiéramos apreciar su longitud. La opción de agrupar las sesiones lectivas no es más que una de las posibles consecuencias, pero el tren es mucho más largo.

Se ofrecen, al menos, dos grandes oportunidades. Por un lado, estarán los centros que ya están inmersos en dinámicas de trabajo que se ven limitadas por los actuales horarios y que justificarán los cambios con el proyecto. Esta es la gran oportunidad para aquellos que alguna vez se han planteado hacer trabajos colaborativos y no se han atrevido por la limitaciones de horarios.

Esta no es una oportunidad única que hay que aprovechar o dejar pasar el tren. Para muchos centros se puede abrir ahora el tiempo de reflexión, de planteamiento de las posibilidades y de preparación de proyectos que se podrán hacer realidad en cursos venideros. Es cierto que existirán aspectos organizativos, que en cada centro tendrán sus asperezas y generarán problemas e inconvenientes, pero pensemos que no es la misma realidad la de un centro rural agrupado que la de un colegio de cuatro vías en Zaragoza.

La apreciación que sí que creo que se debe poner en valor es el hecho de que esa norma no tiene que ser vista solo como un vía a la jornada continua, sino como la forma de facilitar y promover los proyectos de innovación. Así se elimina una de las trabas que históricamente más hemos reclamado que desapareciera. Ha llegado el momento de empezar a pensar nuestros horarios de otra forma. Y de replantear los tiempos como mejor respondan a las nuevas metodologías que estamos dispuestos a implantar en nuestras aulas.