E ntre otras cosas, el 2017 será el año en que se tendrá que abordar cómo, agotado el Fondo de Reserva (hucha), se siguen pagando las pensiones, y en qué condiciones quedan. De momento perderán 1,2 puntos de poder adquisitivo debido a la inflación, cuando la mitad de ellas ya están por debajo del salario mí- nimo. Pero el contexto del problema va más allá: las reformas de PSOE (2011) y PP (2013) ya empobrecieron las pensiones del futuro en un 35%, según un estudio de Funcas. Un asunto tan capital que sin embargo no ha estado suficientemente presente en la puja electoral, pese a que el 44,5% de los españoles no cree que vaya a cobrar una pensión pú- blica cuando se jubile (según la interesada encuesta de Fundación Mapfre) y el 73% piensa que están en riesgo (sondeo de Sigma Dos para El Mundo).

Durante los primeros años de la crisis caló la idea de que si no había una explosión social era por la importancia de las ayudas de las redes familiares. Los abuelos han sido la chincheta que ha sujetado el mapa. De hecho, según CCOO, el 29% de los hogares se mantienen gracias a las pagas de sus mayores (25% en Aragón). La incertidumbre, sin embargo, no se despeja solo agitando emociones y tiende a convertirse en conservadora y miedosa, especialmente cuando no se ven por ningún lado alternativas concretas y sólidas. Solo así puede entenderse que el PP siga aumentando su expectativa de voto.

Más allá del apoyo incondicional por razones ideológicas, buena parte de los nueve millones de pensionistas españoles no encuentra otra respuesta ni contestación convincente en el deambular de los socialistas de Susana Díaz («vísteme despacio que tengo prisa») ni entre el voluntarismo a veces frívolo de Podemos, donde están más ocupados en las propias corrientes de su río que en establecer un cauce de mínimos.

En paralelo, se hace difícil comprender que, tras un año con un gobierno en funciones, y por amparo constitucional, no se celebren los plenos propios de la actividad parlamentaria durante el mes de enero, algo que puede extenderse también a parte de febrero, en el que los principales partidos se centrarán en sus propios congresos a excepción del PSOE, que cree que todavía puede esperar más. Y es que nada que no sea una imposición de Bruselas parece suficientemente urgente, ni siquiera que la hucha de nuestras vidas ya no dé para más.