El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, ha decidido emprender un vía crucis particular para disputarle a la Iglesia católica la titularidad de la Seo y de la iglesia de La Magdalena en los tribunales en lo que será un nuevo episodio de desencuentros entre dos instituciones que se conocen bien. Sus caminos se han topado varias veces en un terreno en el que creencias religiosas y políticas jugaban un pulso, pero hasta ahora siempre vinculado al urbanismo. Una pugna en la que el patrimonio divino jamás ha retrocedido en favor del humano. Y en la que conseguir un metro cuadrado no vale igual si es Dios quien compra o quien vende.

Los dos antecedentes más recientes, a principios del siglo XXI, concluyeron con suculentas operaciones millonarias a favor del Arzobispado de Zaragoza, ejecutadas por la misma persona a la que hoy se le cuestiona la inmatriculación de la Seo y de La Magdalena: Elías Yanes. El arzobispo cerró con nota dos operaciones como la del Seminario y los solares en el barrio del Actur que proporcionó a la institución más de 62 millones de euros. Su rúbrica selló convenios con el ayuntamiento, entonces gobernado por el PP de José Atarés, y también una etapa en la que, al menos en lo económico, nadie puede dudar de su contribución a consolidar el patrimonio de la Iglesia.

Con la Iglesia han topado siempre todos los Quijotes municipales que se han fijado en una propiedad de la Iglesia. Ante la atenta mirada de todos los ciudadanos se fraguó la adquisición del antiguo Seminario de La Romareda donde hoy se levantan las dependencias municipales. Un recinto que el Gobierno municipal solo logró cerrando un acuerdo para recalificar los suelos donde se ubicaba el campo de fútbol contiguo al recinto para levantar en ellos 525 viviendas, de las que hoy solo hay un bloque y en obras otro. De ellas, 105 -50 libres y 55 de protección oficial- eran para el ayuntamiento y el resto, 420 para el Arzobispado.

El supuesto éxito en lo político para el PP, apoyado en todo momento por el PAR, radicaba en una foto, la del acuerdo con Yanes que tardaría poco tiempo en desvanecerse. Lo que le costó al arzobispado conseguir un comprador, un consorcio de empresas con grandes constructoras nacionales y firmas aragonesas financiadas por La Caixa y Caja Madrid que puso sobre el tapete los 10.000 millones de pesetas que siempre le había reclamado el arzobispo a Atarés, más de 61 millones de euros con los que se enmarcaba una operación perfecta para la institución religiosa.

En los meses previos, las idas y venidas fueron continuas. Desde el primer minuto La Iglesia advirtió de que no podía regalar su patrimonio al ayuntamiento. Mientras un recién aterrizado en la política municipal zaragozana como era Juan Alberto Belloch avisaba de que acceder a las cifras que exigía la Iglesia deslegitimaría para siempre al ayuntamiento de cara a solicitar la reversión de bienes que, siendo públicos, habían dejado de tener el uso para el que fueron creados en el pasado. Y ese era un ejemplo.

El consistorio llegó a tasar el inmueble con un resultado alejado de las pretensiones de Yanes: 36 millones de euros por el suelo y el vuelo, decía que costaba esa evaluación, 6.000 millones de pesetas, un 40% menos que lo que reclamaba el arzobispo. Y ni por esas, la cuantía era inamovible.

Así que, como muchos de los negocios que se cerraban antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, Zaragoza echó mano de Urbanismo y sus herramientas para dar valor a suelos como aquel campo de fútbol de tierra de los seminaristas. Menos toque y más pelotazo, era la táctica.

Así que el PP fue subiendo de 375 a 425 pisos y maquilló la foto arañando el Palacio de Fuenclara para el inventario de bienes municipal. Especialmente doloroso tiene que ser hoy para conservadores y aragonesistas ver el devenir, 15 años después, de esta joya arquitectónica del siglo XVI.

También lo fue, años más tarde, descubrir el estado de conservación del antiguo Seminario. Cuentan los responsables del macroproyecto de reconversión del edificio en sede administrativa que en la legislatura posterior (2003-2007), con Belloch de alcalde y su responsable de Urbanismo, Antonio Gaspar (de CHA, socio de su Gobierno), de vacaciones por el Índico, se derrumbó una de las alas del complejo.

Un desplome que llevó a «realizar una revisión exhaustiva de todo el edificio» que desvelaría las «importantes deficiencias estructurales» que presentaba. «El melón podía estar muy bien por fuera, pero por dentro estaba podrido», explican. Se tuvo que entresillar cada pilar, reforzar cada forjado y trabajar contrarreloj en modificados de obras que dispararon la factura. «En principio solo había que vaciarlo y adaptarlo a las oficinas, pero se acabó rehaciéndolo prácticamente».

Esos «vicios ocultos»,de los que no advirtió Yanes, afloraron en un agosto del 2006 imborrable para el ayuntamiento, cuando se dio cuenta de que el valor de mercado no alcanzaba ni los 36 millones de su tasación.

También en verano, en julio del 2002, surgió una nueva polvareda entre el Arzobispado y el consistorio. En aquella ocasión por los suelos concedidos a la Iglesia católica en el emergente barrio del Actur-Rey Fernando. La planificación del desarrollo urbanístico del sector llevó a conceder un lote de seis parcelas a la Iglesia reservadas para el culto, por apenas 90.000 euros.

Pero en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) aprobada en el 2001, la institución eclesiástica le procuró el uso asistencial a un terreno por el que consiguió, meses después, en noviembre de aquel año, 1,2 millones de euros. Fue vendido, tal y como desveló este diario, a una empresa de gestión, Gesai SA, que lo revendió, cuatro meses más tarde, a la Hermandad Nacional de Arquitectos Superiores por 1,65 millones. Enclavado entre las calles Mariana Pineda y Victoria Ocampo, muy cerca de la actual avenida José Atarés y del Ebro, hoy ocupa esta parcela una residencia privada de ancianos. Máxima rentabilidad al patrimonio entregado a bajo coste por aquello de dar cabida a la fe católica.

En otras cuatro sí se edificaron iglesias y una última se quedó en reserva, en la calle Adolfo Aznar junto al polideportivo del Actur, aunque hoy ya está parcialmente ocupada por la residencia de monjas adoratrices.

Visto el pasado, Santisteve ha emprendido un complejo vía crucis, en vísperas de Semana Santa, yendo al encuentro de un nuevo desencuentro con el Arzobispado. Poniendo el foco en la culpa de quienes han demostrado entender más de penitencias.