Parece ser que el ancho mundo gira hacia un lado pero Aragón da vueltas por el otro. O sea, que Aristocrat, la famosa multinacional fabricante de máquinas tragaperras, accionista creíble de ILD (International Leisure Development) y por tanto gran valedora del megaproyecto Gran Scala, no sólo ha perdido valor bursátil de manera vertiginosa sino que además tiene serios problemas legales en Estados Unidos. Y DCM (Development Capital Management), el fondo soberano (¡ooohhh!) de la isla de Jersey, se ha reconvertido en una especie de límbica asesoría financiera, sin que a fecha de hoy conste en registro legal alguno su anunciada aportación de cuarenta millones de euros a la promotora de la neociudad que supuestamente ha de alzarse en el término municipal de Ontiñena. Y nuestros jefes todavía confían en que ese tremendo remedo de Las Vegas, Orlando y Macao nos saque de la crisis para llevarnos al Paraíso de la riqueza perpetua. Es patético, por supuesto, pero tiene su gracia. Unos cuantos descreídos andamos comentando estos días la posibilidad de crear una Asociación de Amigos de los Centros de Ocio de Alta Capacidad, al objeto de impedir que nuestro siempre amado Gobierno de Aragón se eche atrás y desfallezca. No señor. Queremos que se haga Gran Scala y que se haga ya. A ver si hay pitera, hombre, que estamos hartos de tanto amago y tanto ya te veré.

Es preciso reconocer que el desarrollo de Gran Scala como marca de valor intrínseco, expectativa asombrosa y negocio de oportunidad ha chocado con un imponderable: la crisis económica global. Habían venido a luchar contra las débiles defensas del sentido común aragonés, no contra los elementos de la depresión internacional. Hoy, los grandes hoteles-casinos del ancho mundo van de capa caída, pierden dinero por un tubo y sus propietarios recortan gastos sin piedad (cuando no caen por la pendiente de la bancarrota como le ha pasado a Donald Trump). Sólo en este rincón insumiso que es Aragón se mantiene en pie el desafío que supone seguir ganando dinero con las quimeras, los apaños administrativos y la recalificación de suelos. ¡Antes morir que perder la vida!