Don Juan Alberto Belloch no ha vivido Zaragoza (ni apenas en Zaragoza). Por eso, la capital aragonesa es para él un ente abstracto, un espacio ahistórico, un objeto político. Su actuación como alcalde viene dependiendo de dos factores: las sugerencias de quienes le aconsejan y las señales que le envía la ciudadanía; pero las primeras cada vez son más chiripitifláuticas e interesadas, y las segundas... muy contradictorias. De ahí viene el lío y la confusión.

Este mismo fin de semana, en medio de una sucesión de lamentos procedentes de los novísimos enclaves dormitorio del extrarradio, el presidente de la asociación vecinal de Parque Goya vino a decir que a él le parecen bien las expofloras, los estadios y el resto de las virguerías... pero, por favor, que el Ayuntamiento no se olvide de su barrio. ¡Ay, alma de cántaro! ¡Pues lo tiene usted claro! Si hubiera proclamado a gritos que aquí no cabe ni una virguería más (y encima, tan caras) mientras las nuevas zonas residenciales carecen de lo básico, aún cabría que Belloch y sus consejeros captasen cierta onda reivindicativa; mas habiendo alabado usted las susodichas virguerías tenga por seguro que seguirán siendo prioritarias y devorarán el dinero preciso para dotar a Parque Goya o Valdespartera (y no digamos esa desgracia urbanística llamada Arcosur) de los servicios más elementales. Natural.

Para unos don Juan Alberto es el mejor alcalde jamás habido; para otros, un desastroso despilfarrador. Él maneja la empanada mental de sus administrados con creciente desparpajo. ¿Qué pensará cuando escucha a los representantes de los pequeños comerciantes abominar del tranvía y la ampliación de aceras, que son precisamente acciones netamente favorables al comercio de proximidad? ¿Qué pasará por su cabeza al comprobar que aquella broma de las líneas de metro puesta en circulación por su colega Biel ha calado en amplios sectores de la opinión pública?

Zaragoza no es hoy una ciudad moderna ni sostenible. Pero es agradable, cómoda y tiene un tamaño casi perfecto. Lleva a la espalda siete decenios de gestión mala... o peor. Sus verdaderos planificadores son los amos del solar y el ladrillo. Me encanta. Es Inmortal.