Acabamos de despegar y ya estamos en la estratosfera. Belloch, espoleado por su colega y compañero Hereu, afila el colmillo y ya se ha pedido un palacio del hielo y una villa olímpica en el Este de Zaragoza, que es donde se barruntan los futuros pelotazos (hace una década era el Sur y ahora es el Este).

¿Para qué un palacio del hielo, majestad? ¿Qué utilidad tendrá si en Zaragoza apenas hay gente que sepa patinar, no consta la afición al tema y el común de los mortales lo más que sabe de pistas congeladas se fundamenta en los espectáculos de Disney, los Helados Italianos y los cubitos del gin-tonic? Ya perdonarán, pero que es a mí esta fiebre olímpica frente a Cataluña me empieza a dar risa. Como me lo da el empeño de montar unos Juegos de invierno en un país (Aragón y España entera) donde prácticamente no hay deportistas que estén en la élite mundial del tema blanco. ¿Nos gastaremos un huevo y la yema del otro para que vengan a lucirse los de Europa central, Rusia, Canada y Estados Unidos?

Claro que el alcalde cesaraugustano además de un palacio del hielo (¿como el de Jaca?), también quiere un equipo de hockey de primera división. Así, por el morro. Tenemos el basket en Segunda y el fútbol en el ascensor que trae y lleva a la susodicha división, así que vamos a organizar un equipo de garridos patinadores (habrá que contratarlos por ahí, ¿no?), y a fardar.

Puesto que el desafío barcelonés todo lo justifica, el Aragón oficial se ha lanzado a tumba abierta sobre la opción olímpica. No tenemos museo de Goya ni teatro de la ópera ni estadio cinco estrellas (y si algún día lo hay a lo mejor no queda equipo que juegue en él) ni demasiados planes estratégicos, pero estamos listos para albergar unos Juegos que ni nos van ni nos vienen. Muchos afirman que así se mejorarán los accesos al Pirineo, habrá alta velocidad hasta Jaca y nos venderemos en el extranjero (¡otra vez!). Pocos se molestan en analizar la experiencia de Turín, donde la Olimpiada invernal ha dejado un rastro de gastos inútiles e instalaciones que hoy languidecen fuera de uso. Por supuesto, casi nadie se acuerda estos días del medio ambiente. Parece una broma... pero muy pesada.