Al vecindario cesaraugustí le han dado un vuelco las tripas al enterarse de que ser capital cultural europea podría salir por unos 80 o 90 millones de euros. Ya el hecho de que exista esa imprecisión en el coste, con una horquilla de diez kilates ha hecho saltar las alarmas de los contribuyentes más sensibles. ¡Al final nos saldrá por más de 100 millones!, claman los escarmentados. Así que por mi cuenta y riesgo me pasé el día de ayer tranquilizando conciencias con el simple argumento de que es harto improbable que a Zaragoza le den el premio éste de la capitalidad. Se sabe desde el primer día que otras candidaturas están mucho mejor situadas, y además nuestros planificadores culturales se han sacado de la manga unas propuestas que definitivamente deben dejarnos fuera de juego. Así que con unos cientos de miles de euros cubriremos las fases previas a la selección final y luego, paz y gloria.

Pero he de advertirles algo: no creo que la crisis deba servir para liquidar la inversión en cultura, sea en Zaragoza o en otros lugares de Aragón. Hay que templar los gastos, sin duda. Pero la actividad cultural, bien concebida, siempre es rentable. Mucho más, desde luego, que otros disparates que constantemente se sacan de la manga los jefes y algunos de sus asesores.

Ahora bien, la propuesta para el 2016, al menos lo que ha transcendido de ella, es tan dispersa, tan cogida por los pelos, tan inconcreta y tan baladí que parece como si el consejero municipal para Grandes Proyectos quisiera hacernos a todos el favor de perder la apuesta y ahorrarnos esos 90 millones de caché. La Ciudad de los Niños, la Casa de la Danza, el Espacio Europeo del Videojuego, el Banco Europeo de Memoria Sensorial, el Río Loco (¿será el Ebro post-Expo?), el Cinemanfants, el Cinema Katapult y no digamos la exposición Goya y los siete samurais (título cuya originalidad renuncio a comentar) son un muestrario de maravillosa insustancialidad, una invención espectacular (como se dice ahora). Al principio tuve semejante retahila por una pifia en toda regla. Luego reparé en que algo tan perfecto no podía ser fruto de una simple indigestión mental. La cosa está controlada. Tranquilos, ciudadanos.