Rubielos de Mora es una mezcla conseguida de arte e industria. Lo era ya en la edad media y lo sigue siendo en la actualidad. Si no se tiene en cuenta que en los siglos XVII y XVIII era un emporio textil con 3.000 habitantes, no se entiende la profusión de palacios y casas señoriales que jalonan sus calles luminosas y bien trazadas. Entonces, la riqueza generada por la producción de paños y tejidos permitió la construcción de edificios de gran belleza.

Ahora, en su término se ubican fábricas (alguna de tecnología punta) que dan empleo a los pueblos de su entorno, pues los casi 700 vecinos del municipio no son suficientes para cubrir la demanda de puestos de trabajo.

A este desarrollo industrial vino a sumarse en el siglo XX el impulso del turismo. Un sector que se ha disparado en fechas recientes, con el ingreso de Rubielos en la lista de pueblos más bonitos de España y su elección para la campaña publicitaria de una conocida marca de dulces de chocolate. A lo que se añade que fue Premio Europa Nostra en 1983.

Estos factores nuevos han servido para que muchos aragoneses se acerquen a la villa, pues los valencianos hace años que la visitan, dado que se encuentra muy cerca de Levante. «Vienen muchos zaragozanos y nos dicen que no sabían que en Aragón había pueblos tan bonitos como este», explica María Pilar Villanueva, que se encarga de la oficina de turismo, situada en el ayuntamiento, un edificio renacentista que destaca por su patio de columnas y una rústica escalera de piedra.

El consistorio se halla cerca del portal de San Antonio, una de las dos entradas a la villa que se conservan de los tiempos en que estaba totalmente amurallada. A un paso se alza la excolegiata, del siglo XVII, a la que hay que entrar para ver un famoso retablo gótico, obra de Gonzalo Peris, conocido como el maestro de Rubielos.

Gafas del gótico

«El retablo está lleno de curiosidades», subraya Federico Górriz, un jubilado que enseña el pueblo a los forasteros. «Hay una figura de san Pedro con gafas, con lo que es quizá la primera obra de arte en la que aparece alguien con unos anteojos», afirma. Además, pueden verse el escudo local representado hasta ocho veces, así como tres anunciaciones a María.

La verja que cierra una de las puertas del templo la forjó Manolo Baselga, digno continuador de una saga de herreros que ha construido los bellos balcones, llamadores y rejas que proliferan en las casonas de Rubielos de Mora. O las pequeñas figuras que adornan algunas farolas y que representan los distintos oficios, desde el de zapatero al de panadero.

Porque en Rubielos la artesanía está siempre muy cerca del arte. No en vano es el lugar de nacimiento del pintor Salvador Victoria y del escultor José Gonzalvo, que ha sembrado de obras suyas las calles, plazas y jardines de la localidad.

Ambos poseen su correspondiente museo. El del primero se encuentra en una construcción barroca, y el del segundo, en el antiguo convento de los Carmelitas Calzados, donde se habilitaron además viviendas y un restaurante.

A corta distancia se descubre la curiosa plaza de toros de Rubielos, que es semicircular y demuestra la profunda afición existente en la zona al mundo de las reses bravas. De hecho, el pueblo se llena hasta los topes cada vez que se suelta un toro embolado o ensogado, dos modalidades con muchos seguidores.

Las muestras de arquitectura abarcan muchas épocas y llegan hasta principios del siglo XX, del que se conservan las escuelas, que son de estilo modernista y fueron concebidas por Pablo Montguió en torno a 1912.

«Ahora las escuelas acogen varios servicios», informa María Pilar Villanueva. La de niños se destina a escuela de música y de adultos y a centro de personas mayores, mientras que la de niñas alberga una guardería y la biblioteca local.

En la actualidad, medio centenar de escolares asisten a clase en el nuevo colegio, una cifra que revela que la villa está lejos de su mejor marca demográfica.

A 89 de Sagunto

«Evidentemente, no estamos bien en ese terreno», reconoce el alcalde, que se refiere a la dificultad de mantener la población en la comarca de Gúdar-Javalambre, donde muchos pueblos están situados por encima de los 1.000 metros de altitud.

Con todo, últimamente «se está notando un aumento del número de visitantes, incluso en los meses más parados del año», precisa Ángel Gracia.

Para Rubielos de Mora, se trata de una buena señal, de un fenómeno que esperan que no sea pasajero. A su favor cuenta su cercanía de las costas de Levante, como lo demuestra un indicador de tráfico de las afueras del pueblo que informa a los conductores de que solo hay 89 kilómetros al puerto de Sagunto.

Castellón de la Plana tampoco cae lejos, por la carretera de Cortes de Arenoso, en la que, por cierto, se encuentra el mirador de la Cruz. Desde ahí se puede contemplar el altiplano en que se levanta Rubielos de Mora y apreciar que la localidad está compuesta de varios barrios.

El primitivo núcleo, donde se conserva un tramo de muralla musulmana, se halla un poco más elevado que el resto de las casas. Ceñida al norte por la carretera de Morella se encuentra la parte más visitada, la de los palacios, iglesias y conventos. Y, al oeste, alguna nueva urbanización y el polígono industrial, garantía de futuro.

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