Los marqueses de Guisa no proceden de Tronchón. Y sus ilustrísimos dejaron definitivamente de existir como tales por eso hace unas semanas. Fue, a partir de la sentencia con la que el Tribunal Supremo ratificó la decisión del Consejo de Ministros de anular el real decreto por el que el título había sido rehabilitado y concedido en 1984 a M. L. E. H. El expediente incluía siete documentos que aparentaban proceder de la parroquia de Santa María Magdalena de Tronchón pero que en realidad habían sido falsificados.

El título del Marques de Guisa fue uno de los afectados por el escándalo del fraude de los títulos nobiliarios de principios de los ochenta, unos años en los que, tras la recuperación de la democracia y la monarquía, las fiebres del bingo y el destape convivían con una etapa de furor aristocrático que algunos espabilados rentabilizaron.

Bodas, bautizos y entierro

Uno de ellos fue, según declaró probado la Audiencia Provincial de Madrid, un tal Fernando González Doria, un experto en derecho nobiliario que a principios de los ochenta participó en los trámites para rehabilitar una veintena de títulos aristocráticos. Uno de ellos fue el del Marquesado de Guisa, que un real decreto firmado por el Rey el 10 de agosto de 1984 recuperaba y ponía en manos de M. L. E. H. "Para él, para sus hijos y para sus sucesores", decía.

Una investigación que se prolongó durante más de una década terminó probando que González Doria "confeccionó diferentes partidas irreales que atribuyó" a la parroquia turolense mediante "impresos normalizados que no eran utilizados en dicha iglesia y la estampación de una firma que atribuyó al cura de la misma". Era un delito de falsedad inapelable, como después ratificarían la Sala Segunda del Supremo y el Constitucional.

Las siete "partidas inveraces", confeccionadas en 1983, emparentaban al apellido De Silva, dueño del título a partir de la primera mitad del siglo XVIII, con el Entrambasaguas de la solicitante a través de un entierro, tres bautizos y otras tantas bodas que nunca se celebraron. Y menos, ante el cura de Tronchón.

La iniciativa había partido de González Doria, el cual, "aprovechándose de su condición de experto en derecho nobiliario" convenció a la mujer "de que era un título nobiliario que le correspondía, aunque no era cierto, y se encargó de la tramitación". Todo, por la módica cantidad de 150.000 pesetas, que en realidad era un dineral en aquella época.

El pleito

Una hija de la falsa marquesa decidió acudir a los tribunales para combatir el acuerdo por el que, el 18 de febrero del año pasado, el Consejo de Ministros declaró nulo de pleno derecho el decreto que rehabilitó el título.

La exheredera atribuyó al Gobierno una "manifiesta falta de competencia y legitimación" para revocar títulos nobiliarios, ya que se trata de "actos graciables" del Rey que "no pueden ser revisados por la Administración al carecer de naturaleza administrativa y no emanar ni estar regidos" por ella. El Supremo rebate esa tesis con un sencillo argumento: aunque se trate de una decisión graciosa, no se puede inferir, "como erróneamente infiere el recurrente, que las actuaciones y decisiones preparatorias de la decisión real no sean impugnables".

"Mal puede sostenerse la incompetencia de la jurisdicción contencioso administrativa" para decidir sobre el asunto, añade la sentencia, cuando "se declara como decisiva para la rehabilitación (del título) la documentación declarada inveraz".

Carlos III creó el Marquesado de Guisa en 1774 y se lo concedió a José Antonio de Silva y Ramírez Arellano, fundador del pueblo cubano del mismo nombre y natural del Corral de Almaguer (Toledo), a más de 250 kilómetros de Tronchón.