Hay veces que un escalón de una escalera se convierte en un obstáculo insalvable para salir a la calle. A comprar, a pasear o simplemente a salir del domicilio y abandonar la soledad en la que viven muchas personas mayores que se ven en esta situación en Zaragoza. Esta es la filosofía que predomina en muchos de los proyectos que se han impulsado en los últimos dos años relacionados con la instalación de ascensores en comunidades de vecinos que carecían de él. Porque la falta de accesibilidad se ha convertido en una forma de exclusión a atajar y se lanzan a una inversión que puede rondar fácilmente los 15.000 euros por vivienda porque es el momento de solidarizarse. Colocar un elevador en una edificación antigua ya no es un imposible. El detonante de este atrevimiento, reconocen, es el aumento de las subvenciones públicas, que han hecho que, solo en Zaragoza, en los dos últimos años se hayan emprendido 23 actuaciones, casi tantas como en los ocho años anteriores.

MÁS TÉCNICAS // Así se explican los residentes y empresas del sector la proliferación de obras de este tipo en comunidades de vecinos de la capital aragonesa. Como en la margen izquierda, donde Balsas de Ebro Viejo destaca porque, en el número 2 de la calle Peña Oroel parece abrir la puerta al resto de edificaciones que, como ella, carecían de esta herramienta indispensable para el día a día. En su caso, es visible la actuación que están llevando a cabo, con la instalación de un ascensor en la fachada exterior, que ha obligado a reordenar la escalera comunitaria, la accesibilidad desde la calle y el acceso a los hogares.

Las técnicas actuales consiguen integrar un ascensor en lugares inverosímiles, ya no hay tantas reticencias a ubicarlo en la fachada que da a la calle e incluso, aseguran desde Zaragoza Vivienda, en algunos casos conseguirlo a base de ceder metros útiles de las viviendas de particulares, para aumentar el cajón donde meter un elevador comunitario. Todo por solidaridad.

Solo así se explica cómo, según los datos oficiales de la sociedad municipal, en los últimos dos años se han puesto en marcha 23 proyectos, mientras en los ocho ejercicios anteriores se contabilizaban 37. En doce años, desde el 2006, suman 60 comunidades de vecinos a las que se les ha ayudado desde el consistorio, pero el repunte actual invita a pensar que irá a más en los siguientes.

«Lo más importante es la necesidad de reconocer la comunidad de propietarios como tal y la obligación de responder a los problemas comunitarios de forma solidaria», explica Elvira López, técnica de Zaragoza Vivienda, quien ve que estos proyectos «no es sólo una cuestión de responsabilidad moral y de empatía, de que todos necesitaremos en un momento u otro el ascensor, sino también una obligación jurídica». Lo dice la ley de propiedad horizontal acerca de la rehabilitación, regeneración y renovación urbanas, que zanja cuestiones tan problemáticas «como la obligación de una comunidad de propietarios a realizar obras de accesibilidad aún sin llegar al porcentaje mínimo de acuerdo o la obligación de los locales de ceder lo necesario para la instalación de ascensor».

Pero se nota más el compromiso y la solidaridad cuando hay una administración que ayuda a acometer los trabajos en forma de ayudas. En el caso de la capital, las subvenciones municipales han evolucionado y a ese mismo ritmo también se han notado el incremento de proyectos. Entre el 2006 y el 2012 se financiaron 20 elevadores; entre el 2012 y el 2015, otros 15; y entre el 2013 y el 2016, solo dos. Así que el hecho de que entre el 2016 y el 2017 se aprobaran 23, «incremento exponencial» que le convierte en un repunte más que significativo.

CASI 15.000 EUROS POR HOGAR // Los propios residentes destacan el valor de las ayudas, que en algunos casos llegan al 80% y muchas veces se acaban incluyendo en una reforma integral del edificio. No obstante, la cifra es variable y el promedio en Zaragoza ahora ronda «el 40%» del coste global de los trabajos. «La cuantía que se ha llegado a conceder oscila entre los 13.000 euros y los 50.000 por vivienda», explica Elvira López, quien estima en «unos 29.000» la media en este tipo de actuaciones. De ellos «en torno al 50%» se puede achacar al ascensor, unos 14.500 euros por hogar. La cifra hay que contextualizarla en muchos casos en la situación de una edificación con más de 45 años de antigüedad, ocupada por una comunidad de vecinos en la que las personas mayores son mayoría y con recursos limitados. Eso se suma a la complejidad técnica que ofrezca la construcción para instalar un ascensor, que encarece el proyecto cuanto más complejo sea hacerlo.

«Hay casos en los que el proyecto puede llegar a superar los 120.000 euros y tienen que ser asumidos por comunidades de propietarios de ocho vecinos únicamente, lo que hacia muy difícil su viabilidad económica», relata Eduardo Pascal, arquitecto especializado en estas actuaciones. «Todo esto ha cambiado con los programas de fomento a la rehabilitación», añade.

Ellos ponen la técnica, que también ha prosperado mucho. Como ejemplo están los ascensores del número 2 de la calle Emilio Alfaro o el 20 de Batalla de Lepanto, en el 2015, que obligó a modificar el núcleo de escaleras y dejando pasos de 80 centimetros para lograr ese espacio necesario para instalar el ascensor o instalar uno de doble embarque a 180 grados con las medidas suficientes para dar acceso a un minusválido en silla de ruedas.

Cada caso es un mundo, pero poder, se puede. Y más si hay más dinero para ayudar: Zaragoza ha pasado de los 700.000 presupuestados en el 2014 y 2015, a los 1,8 millones en el 2016 y los 3 del 2017. Se han cuadruplicado. Así es más fácil saltar el escalón.